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La moda comestible siempre será tendencia gracias a estos diseñadores o marcas que convierten la comida en piezas de alta costura. Un fenómeno que acabaría de vislumbrar la italiana Rao’s Homemade, quien reimaginó recientemente sus icónicos tarros de salsa en bolsos de lujo de edición limitada.
Más allá de esos accesorios sabrosos, la realidad es que la industria no cesa de alimentarnos constantemente con productos y campañas. Una corriente que siguió en marzo McDonald’s, uniéndose a la marca de streetwear china CLOT con motivo de su 20 aniversario para crear una colección en la que reinterpretaban el uniforme tradicional de la cadena, fusionando las dos identidades en un mismo concepto de fast-food elevado. Así, presentaron algunas piezas fusión como sudaderas con símbolos chinos, bolsas conmemorativas, así como camisas anudadas con el estampado Silk Royale de CLOT e insignias con la «M» representativa de McDonalds.
UNA SINERGIA CREATIVA
La inspiración del sistema de la moda en las cadenas de fast-food, y viceversa, parece ser infinita. Así lo demostraron Taco Bell y Pizza Hut representando esta tendencia latente de la que subyace todo un movimiento o fenómeno que conecta con la cultura pop y ese deseo de escapismo y frivolidad proyectado por las crisis globales. Así, la popularidad de estos productos, más que servir de testimonio de la calidad de la comida que venden las cadenas de restaurantes, habla del momento cultural y del tipo de relaciones que la gente establece con sus franquicias y marcas de comida.
Ya en 2020, la colaboración entre KFC x Crocs impulsada por el marketing nostálgico llevó a que los códigos distintivos de la cadena de pollo frito se trasladasen a unas crocs, y un par de colgantes que lucían y olían a pollo frito.
Otros restaurantes como Panera, cuya marca transmite una imagen de comodidad casera, ha incursionado en varias ocasiones en el campo del diseño, como reflejó con su línea de bañadores ‘Swim Soups‘, inspirados en los sabores de su sopa caliente con el fin de conectar con la vida de sus clientes, y que éstos pudiesen reflejar ese amor mutuo por la marca. Una vinculación que asimismo materializó con su icóncia BAGuette Panera lanzada en enero: una bolsa que se dirigía a una comunidad de fans de la moda en TikTok cuyos intereses se situaban entre el absurdo de la estética Camp y la moda de archivo del efecto 2000. La incursión de Panera en la moda de la Generación Z se agotó en cuestión de horas.
UNA CONEXIÓN CON EL PASADO Y EL PRESENTE
El hecho de establecer nuevas conexiones con los clientes se convierte en el mantra que siguen todas estas cadenas o restaurantes de comida rápida, en los que gran parte de su atractivo reside en la publicidad o en las experiencias que van unidas a ella, más que en la comida en sí. Al fin y al cabo, el efecto creado por estas campañas de marketing no es una novedad. Ese impacto ya lo generaron marcas como Coca-Cola en los años ochenta con el lazamiento de icónicas sudaderas selladas por el logo que acabaron representando una generación. Un acto poderoso que recuperó Zara en 2021 a través de una colaboración con la marca de bebidas inspirada en el archivo, centrada en el impacto de Coca-Cola en la cultura de masas.
En este sentido, si seguimos poniendo el foco en el pasado, cabe mencionar los vestidos de lata que Campbell presentó a mediados de los 70. Los ‘Souper‘ acabaron, como las latas de salsa de tomate, produciéndose en serie, y llevando a que la gente comprase docenas de latas con el fin de confeccionar en casa su propio vestido al puro estilo Andy Warhol.
El esplendor actual de la moda fast-fashion está asimismo vinculado a nuestra conexión crónica a internet, y al modo en el que hacemos publicidad indirecta o encubierta con el merchandising que lanzan todas esas franquicias alimenticias o marcas, reflejando una vez más que el producto, al final, acabamos siendo nosotros.