Sin pelos en la lengua, directo y tajante, Eduard Fernández siempre impone. Y ahora, que se ha puesto como un toro hormonado para protagonizar 30 monedas, un poco más.
En la nueva serie del cineasta Álex de la Iglesia (su segunda incursión en el mundo catódico tras Plutón B.R.B. Nero), una producción que se puede ver en la plataforma HBO, el actor barcelonés da vida al padre Vergara, un exorcista de profesión, boxeador y expresidiario que se refugia en un recóndito pueblo de Segovia para resetear su vida y empezar de nuevo olvidando su pasado.
Evidentemente, acabarán pasando cosas. Como es habitual, Eduard Fernández se come la cámara y la pantalla, reafirmándose como uno de los mejores en nuestro universo de las artes interpretativas.
Y en eso que Álex de la Iglesia se te acercó y te dijo que te iba a ofrecer un papel que nadie te había ofrecido nunca ni nunca te ofrecerían.
Me dijo exactamente esto: «Te ofrezco un papel que no te ofrecería nunca nadie» (risas).
Y tu reacción fue…
¡Para chulo yo! «Qué papel es ése que no puedo hacer», pensé. Esa tontería de los actores. Él lo tenía muy claro. Recuerdo que tenía hecho un dibujo del personaje. Álex estudió Bellas Artes y dibuja muy bien. El personaje tenía un aspecto físico que no se correspondía para nada conmigo.
Pero aceptaste el reto.
Era un momento en el que estaba muy gordo. Para adaptarme al personaje tuve que adelgazar 15 kilos. Estuve a régimen durante tres o cuatro meses. Y además, seguía unos entrenos muy espartanos. Recuerdo que incluso había días en los que acababa llorando.
Exageras.
No, prometo que lloraba. Eran unos entrenamientos durísimos. Pero me fue muy bien porque cogí la forma. Ahora lo he dejado un poco, lo de los entrenos. Pero el reto lo conseguí. Creo que hemos dado vida a un personaje muy icónico.
El padre Vergara: exorcista de profesión, boxeador y expresidiario.
Tenía sesiones de dos horas y medio de maquillaje cada día. Tuve que raparme la cabeza. También llevo en la serie una barba postiza.
¿Por qué postiza?
Una barba como ésa es cosa de un año, y en el rodaje anterior no podía llevar barba. Eso y la nariz. Si os fijáis, la nariz tampoco es completamente mía. Tenía que ser la típica nariz de patata de exboxeador.
Siendo un personaje tan icónico, hasta qué punto el padre Vergara cobró vida dentro de ti.
La gente que convive conmigo en mi día a día dice que sí, que siempre acabo somatizando algo del personaje que estoy interpretando en aquel momento. Acabo de rodar una película que se llama Mediterráneo en la que interpretó a Óscar Camps, de la ONG Open Arms. Curiosamente acabé bastante mimetizado en él, y eso que no nos parecemos para nada físicamente. Es algo que no tiene explicación lógica pero pasa. Vas por la calle y te fijas en otras cosas. Con la serie de Álex me fijaba en los curas, en los tíos cachas, en su manera de mirar, en su manera de andar…
¿Y queda algo en ti de los personajes cuando acaba el rodaje?
Sí. Hace poco, por ejemplo, andaba por un barrio algo… complicado, de Madrid, y de forma inconsciente me salieron los andares chungos del padre Vergara.
Es un papel que se aleja mucho de los personajes que habías hecho hasta ahora, y eso que llevas 30 años de carrera.
Y por eso me gusta mucho. También se trata de eso, de romper esquemas. Se tiene la imagen de mí de que soy un tipo muy serio, y lo soy, pero también soy muy cachondo: todo el día estoy haciendo tonterías. Me encantaría hacer una comedia con mucho humor con un personaje que fuera muy tonto. Del mismo modo, ahora me he puesto cachas, pero es que de joven había hecho mucho deporte.
¿A qué jugabas?
Era jugador de waterpolo con el Club Natació Catalunya. Fui subcampeón de España. Y luego estudiando mimo, había una parte de acrobacias en la que la gimnasia era muy importante. Es curioso, porque el cuerpo, por mucho que lo hayas maltratado, se acuerda, tiene mucha memoria y rápidamente se pone a tono.
¿Sois vanidosos, los actores?
Todo el mundo es vanidoso y los actores un poco más. Es algo intrínseco a la profesión. Cuando te colocas en un escenario frente a un público o en un plató delante de una cámara es porque crees que tienes algo que ofrecer. Eso sí, el ego y la vanidad se tienen que trabajar para que no acaben haciéndote daño. Los hay que no, que tiran con él toda la vida y tampoco les va mal.
Si el personaje es diferente a todo lo que has hecho, ha sido diferente también trabajar con Álex de la Iglesia.
Primero hay que destacar que es un director que sabe mucho de cine y que hace cosas que nadie más hace. Hay momentos en los que no es fácil trabajar con él. Pero cuando suelta alguna brutalidad, yo no me corto y contesto. Tal vez por ello nos llevamos tan bien. También yo parto de una posición privilegiada en la que los directores ya me respetan de salida.
La zona, 30 monedas… Poco a poco, tampoco tú te has podido resistir a las series. Cada vez las fronteras entre series y cine son más difusas. El nivel de las series ha subido muchísimo. Pese a todo, el lenguaje del buen cine es otro, y el lugar ideal para disfrutarlo es una sala de cine, con una gran pantalla y un buen sonido envolvente.
Tú, como consumidor, ¿qué tipo de películas y series ves?
Me gusta mucho el thriller en todas sus vertientes. De hecho 30 monedas también tiene algo de thriller. Mis series favoritas son Los Soprano y The Wire, me parecen lo mejor que se ha hecho nunca. También me gustan mucho las series malas.
¿Las series malas?
Sí, las malas, malas. Ésas que estás viendo y te dices: «¡Qué mala es!». Las series malas suelen tener una cosa buena y es que constantemente están pasando cosas. Creo que eso es lo que hace que te enganches. 24 horas es una de estas series malas.
Has citado Los Soprano y, de algún modo, eres de la misma casta de intérpretes que James Gandolfini. ¿Te fijas en el trabajo de los otros grandes actores?
Los grandes no tienen secretos. Yo soy muy fan de Stanley Tucci. El otro día vi una película en la que hacía de secundario. Aparecía muy poco, tan sólo una escena en la que tenía que ir a un piso a recoger unas cosas, pero se comía al resto del reparto. ¡Qué bueno que es, joder! Pero no me fijo ni me inspiro en los demás. Yo hago lo mío, un poco lo que me sale de las narices.
Y ahora la típica pregunta sobre dar el salto al gran mercado y esas cosas.
Que me llamen y lo hablamos. A mí me gusta todo, pero tampoco tengo ningún tipo de ínfulas. Ya se ha demostrado que trabajar en Estados Unidos no es sinónimo de triunfar. Los hay que sí, pero también los hay que no sabes muy bien qué hacen ahí. Yo lo que quiero es hacer series y películas buenas, y aquí se hacen.
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