El padre de Tristana y Viridiana tenía en tanta estima el dry martini que decidió dedicarle varias páginas en sus memorias (las imprescindibles y deliciosas Mi último suspiro). “Los buenos catadores toman el dry martini muy seco, incluso han llegado a decir que basta con dejar que un rayo de sol pase a través de una botella de Noilly Prat antes de dar en la copa de ginebra”, escribe el calandino universal, quien por cierto era incondicional de esa marca de vermut seco, originaria de Marsella.
Además, el autor de El ángel exterminador y Ese oscuro objeto del deseo era, al parecer, todo un maestro en la preparación de este clásico de la coctelería. Los preparativos comenzaban la víspera de la reunión, poniendo en la nevera copas, ginebra y coctelera, y controlando que los hielos estuviesen a veinte grados bajo cero. Llegado el momento, llenaba con hielo la coctelera y añadía unas gotas del vermut y media cucharada de angostura. Agitaba bien y se deshacía del líquido, conservando el hielo impregnado del aroma y sabor de la combinación. A continuación añadía la ginebra, agitaba y servía. Aunque muchos puristas se llevan las manos a la cabeza con eso de meter la coctelera en la nevera o añadir angostura, el realizador aseguraba que este ritual, seguido al pie de la letra, deparaba una experiencia realmente sublime.