Opinión Salvador Sostres

Dios pierde 2 a 1

Barcelona es una ciudad en la que si tu hija cualquier lunes te dice que va a casa a comer con una amigas del colegio y que le dejes algo, puedes pedir por Glovo las aceitunas esféricas de Albert Adrià, su rubia gallega -en colaboración con La Cala- y un cheesecake y unos helados también hechos por él para terminar. Es el mejor chef del mundo y puedes pedir que un motorista te lleve algunas de sus obras perfectamente terminadas, en el sentido de que no serían mejores ni estarían más buenas, por lo menos éstas, si las tomáramos en un restaurante.

El cheescake hace poco que se comercializa por Glovo y por mucho que cada restaurante del mundo tenga una versión de este postre ninguno conseguirá nunca el nivel del de Albert, que además lo fabrica industrialmente y te llega a casa congelado. Basta con dejarlo una hora a temperatura ambiente para que una vez más el genio se muestre en el espejo. Sobre las aceitunas esféricas, es curioso, hay que ver lo burra que es la gente. Todavía hoy, tras más de veinte años de ser creadas en el Bulli y vendidas hasta la saciedad en toda clase de tiendas, es necesario dar explicaciones a tantos y tantos que se enfrentan a ellas por primera vez. ¿Cómo puede ser? Y la mayoría abren la boca antes de tiempo y dejan la mesa -por decirlo al modo de Rajoy- hecha un circo.

Hay una línea divisoria y es la aceituna esférica. ¿De qué nos sirve haber leído a Homero si nunca hasta este 2024 que hoy termina has probado una aceituna esférica? ¿De qué sirve saber tanto si no conduce a lo verdadero? En una aceituna esférica está resumido todo lo que importa: pero no sólo de la aceituna, o de la gastronomía, sino de la vida en su esencia, de la vida desnuda de artificios, vida letal y quirúrgica.

Barcelona es una ciudad en la que comer o no comer es una cuestión de dinero, como en todas partes; pero en la que comer bien o comer mal no depende de la moneda sino de la cultura. Por 40 euros y un tío en bici dos niñas pueden almorzar en media cuatro creaciones de un genio. Y como si nada, volver al instituto. El resto son ganas de estropear lo bonito que os lo hemos hecho.

Sobre los helados, las novedades de la temporada del mes son el yuzu, el boniato a la brasa con mandarina y la granada. Suerte para la Iglesia que pronto vuelve a nacer el Niño y el Belén todo lo disimula, porque cuando los Adrià crean, Dios pierde 2 a 1.