Me resulta muy difícil escribir sobre lo que está ocurriendo sin caer en tópicos, cargados de ajo. Pero al mismo tiempo me gustaría encontrar las palabras para expresar todo lo que me pasa por la cabeza y las tripas sin caer en diarreas mentales, porque, visto lo visto, no estamos para derrochar el papel higiénico.
El 14 de marzo el Gobierno decretó un estado de alarma por la pandemia del Covid-19 que nos obligó a todos a un confinamiento sin precedentes. Fue como si de repente tiraran del freno de mano del autobús del mundo sin darnos tiempo a agarrarnos a nada ni a nadie. ¿Y ahora qué?
Algunos han intentado bajarse de ese autobús fingiendo que esto no va con ellos pero, claro, casi nada cambia hasta que no le vemos las orejas al lobo, y a veces la mejor alternativa es no tener alternativa. Así llegaron las multas, las detenciones… y lo que te rondaré morena.
Mientras tanto, en las casas se crean pequeños ‘grandes hermanos’ que más tarde subimos a las redes sociales que –por esta vez y sin que sirva de precedente– se han convertido en una de las pocas maneras de interrelacionarnos y compartir. Nos guste o no, el ser humano no sabe estar solo y a falta de pan, buenas son tortas.
Y así van pasando los días, esperando a ver si algo o alguien nos cuenta qué es esto y qué será de nosotros. Y es que, claro, dicen que el éxito colectivo depende de un gran liderazgo, que genere confianza… Confianza. Y a mí me da que pensar. Últimamente los únicos líderes que estoy viendo y que me transmiten confianza llevan bata blanca y que, en algunos casos de ‘fuerza mayor’, muchos han tenido que sustituir por bolsas de plástico.
Quiero pensar que, en algún punto retorcido, este caos nos está obligando y/o enseñando a parar, a restablecer cierta escala de valores y de algún modo liberarnos de ingredientes que sobran en la receta de la sociedad. Pero entre la probabilidad y la certeza sólo queda la fe. No recuerdo si fue el doctor Fuster quien dijo que «la salud no lo es todo, pero sin salud todo lo demás es nada». Y digo yo, ¿qué pensará un león de todo esto?
Diego Guerrero es chef y propietario de DSTAgE (2 estrellas Michelin. Santo Tomé, 4 Madrid) y Dspeakeasy (Fernando VI, 6 Madrid).
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