Cristina Oria es una caricia de Madrid. Es un modo de estar bien en una gran ciudad: bien atendido, con detalles de calidad, todo ligero, todo suave, de vocación mayoritaria, con ganas de agradar. Cristina Oria es una mujer hecha marca, una familia que ha luchado por conseguir un pequeño imperio y lo ha conseguido jugando siempre limpio, jugando siempre amable, aportando una ganancia a sus clientes en bienestar y optimismo.
Su marido, Álvaro Corsini, ha sabido ser el marido de Cristina Oria, marido y socio, trabajar para ella detrás de los focos, no tener la vanidosa necesidad de figurar, y juntos han vuelto sólido y próspero un proyecto que habría podido descarrilar si Cristina hubiera estado sola y se hubiera visto superada por las apabullantes circunstancias, o si su marido no hubiera entendido su papel y hubiera pretendido ser quien no es. Esto que dicho así habla muy bien de Álvaro, tendría que considerarse un comentario igualmente elogioso y válido si las cosas hubieran ido al revés.
Cristina Oria no es un templo gastronómico pero sí una muy hermosa canción. Si tú a Mediterráneo, de Serrat, le pones la voz de un tenor o una orquesta sinfónica la descompensas, te la cargas. Necesitas un poco de letra, un poco de música y un poco de voz para que lo que brille sea el conjunto en su armonía. Cristina Oria es esta bella, delicada canción en la que todo está equilibrado para que el cliente sea el beneficiado en dulzura y bienestar. No es pedante, no es estridente, no intenta dar lecciones.
Su hijo nació el día que abrió la primera tienda y lo primero que hizo al salir del hospital fue ir a enseñarsela. Yo he visto a Cristina trabajar, me acuerdo una tarde en Madrid, poco antes del Covid. Me senté a tomar un café porque tenía dos horas libres y acabé llegando tarde a una cita porque me quedé mirando y admirando la cantidad de cosas que era capaz de hacer, y de hacer bien, sin gritar a nadie, sin parar ni un segundo, y pensé que cada euro que esta señora gana lo paga en cansancio al final del día. Como así tiene que ser, no hay duda. Pero no siempre pasa, y en Cristina, es importante decirlo, nada de lo agradable que los clientes percibimos es atribuible a la casualidad, o a la suerte, y todo depende de un formidable trabajo personal, familiar, empresarial, también de un equipo de camareros y cocineros que interpretan con esmero la filosofía hospitalaria de la casa.
Es muy de agradecer que una ciudad veloz, dura, competitiva como Madrid tenga espacios amables para descansar, espacios agradables, y Cristina Oria los representa mejor que nadie. También en San Sebastián tiene casa.