Georgina Amorós (Barcelona, 1998) lleva entre bambalinas desde los cinco años; una niña que creció muy rápido gracias a éxitos como Élite o Vis a Vis, pero que siempre ha mantenido los pies en la tierra de una forma extraordinariamente madura. En esto tienen mucho que ver su representante, familia y amigas de toda la vida, sus apoyos fieles para aprender a digerir la exposición social. Reivindicativa y astuta a partes iguales, nos cuenta sus primeros pasos en el teatro.
Benvinguts a la familia, Vis a Vis, Élite… podemos decir que con 23 años ya has vivido el éxito muy de cerca…
Sí, realmente creo que soy muy joven para todo lo que he hecho. El éxito, como tal, lo he sentido con Élite, por el nivel de exposición. Igual es esto lo que identificamos como éxito y ya lo estaba teniendo, pero como nadie lo reconocía, yo no lo reconocía.
¿Cómo se digiere esa popularidad?
Pensaba que lo iba a llevar mejor de lo que realmente lo he llevado [risas]. Sabía a lo que me enfrentaba entrando en la segunda temporada, pero te rompe tanto los esquemas que es complicado.
¿Se madura rápido?
Increíblemente rápido, he aprendido tanto de golpe en estos tres años… Te llega de repente y no tienes por qué saber gestionarlo y no pasa nada. Tengo la suerte de tener muy buena gente a mi lado y eso ayuda mucho a no perder el rumbo.
Y en este escenario, ¿da vértigo mirar al futuro?
Desde luego. Siento que todo lo que hago se está mirando con lupa y que lo que haga ahora me va a llevar la carrera hacia un lado u otro. Sería maravilloso que me llegaran proyectos, escoger y dirigir hacía allí mi carrera, pero esta no es la realidad. Aunque desde fuera parezca que el trabajo no para, es una profesión jodida.
La libertad de expresión está por encima de todo, aunque tenga consecuencias, porque es así como se cambian las cosas
Siendo menor te fuiste a estudiar a L.A, luego a Madrid… ¿Cómo fueron esos inicios?
Llevo formándome desde que tenía cinco años, mis padres me han apoyado muchísimo desde el principio y, por eso, he podido estudiar fuera, probar cosas diferentes y no quedarme sólo con un método. Para mí esa es la mejor escuela, crear tu propio método porque a cada persona le funciona una cosa diferente.
Tus personajes se han enfrentado a una sociedad capitalista, elitista, machista… ¿A qué se ha enfrentado Georgina Amorós?
A muchas cosas, buenas y malas. Al empezar tan pequeña, muchas veces sentía que no pertenecía al mundo, pero me he encontrado por el camino a gente muy buena, como Yolanda Ramos en Benvinguts a la familia, que me ayudó a tener confianza en mí misma. No confío en la tiranía como método para aprender, sino en el amor para crecer. Es una profesión donde hay muchísimo ego y lidiar con eso ha sido un viaje, el ego me anula.
¿Qué nos queda para conseguir que la mujer tenga un papel equitativo en la industria del cine?
Necesitamos más mujeres detrás de las cámaras, escribiendo y produciendo. Hay muchos hombres que pueden escribir personajes femeninos de una forma sensible y real, pero creo que nunca lo harán como una mujer puede escribir sobre lo que nos pasa. Esta es la base para poder cambiar. También es necesario que nos den tiempo y espacio para equivocarnos. Los hombres han tenido toda la historia para equivocarse, pero a nosotras se nos exige perfección en un puesto de poder. Tenemos derecho a equivocarnos y a aprender, como todo el mundo.
Siempre te has caracterizado por no tener miedo a mojarte en cuanto a temas sociales o políticos, ¿te ha creado problemas?
Antes me mojaba muchísimo, ahora me corto por no dar explicaciones, aunque los temas que más me importan los sigo reivindicando. Sí que alguna marca ha tenido inconvenientes en trabajar conmigo por mis pensamientos, pero para mí siempre va a estar la libertad de expresión por encima de todo, aunque tenga consecuencias, porque así se cambian las cosas, ¿no?
Ahora estás centrada en el teatro, ¿cómo fue la experiencia de La Gaviota o los hijos de?
Fue increíble, había una energía y unas ganas muy bonitas con todo el equipo. Lo hicimos por amor al arte, era mi primera vez en un proceso teatral, aprendiendo de mis amigos… Es algo que me ha dado alas para confiar y aprender.
Ahora estás centrada en los ensayos de tu nueva obra, Comedia sin título. Cuéntanos.
Es una obra del Centro Dramático Nacional que estrenamos este mes de noviembre en el Teatro María Guerrero y dirige Marta Pazos, que es una directora brutal. Está siendo un proceso súper intenso, tiene una forma de trabajar que yo nunca había visto: desde la exploración total, la investigación y confianza completa; y cada día probamos cosas nuevas. Es un trabajo muy físico, un intensivo de todas las clases que puedas hacer, es un sueño.
¿Qué nos vamos a encontrar?
No es una obra donde haya personajes, no es texto centrista. Hay muchísimas imágenes, simbología, alma y nosotros, como actores, estamos al servicio de contar y de que los espectadores sientan lo que queramos que sientan.
¿Cómo está siendo este contraste entre el cine o la televisión y el teatro?
Estoy recuperando el derecho a equivocarme otra vez, porque en el cine y en la televisión no tienes tiempo a equivocarte. Y rescatando a la niña. Durante estos años he perdido un poco la inocencia y, de repente, estoy en una sala jugando y probando con gente de mi edad.
Necesitabas recuperar a la niña…
Creo que es necesario tener a esta niña por muy mayores que nos hagamos. La niña se tiene que quedar con nosotros porque nos ayuda a ver las cosas desde un sitio más bonito.
Gastronómicamente hablando, ¿cuál es tu plato estrella?
Estoy obsesionada con los calçots y la comida italiana, la podría comer durante todos los días de mi vida.
¿Qué tal los menús veganos en los rodajes?
Cada vez están más acostumbrados y, si no, hacen el esfuerzo para no sólo ofrecerte verduras o ensaladas.
¿Eres cocinillas?
Me gustaría decir que sí, pero la verdad es que no [risas]. El problema es que soy muy perfeccionista y eso no casa con el ritmo frenético de la cocina… y acabo cenando a las 12 de la noche. Disfruto haciendo desayunos, batidos con chía, arándanos y plátano… cosas rápidas