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Desde que Isabel I de Inglaterra ascendiese al trono, marcaría la historia durante su reinado de más de cuatro décadas. A lo largo de la era isabelina, dominaría cinco idiomas y condujera al ejército inglés a la victoria sobre la armada española, más allá de invertir en la exploración del Nuevo Mundo. Sin embargo, hay un dato que quizás muy poca gente conozca: la monarca fue la ideóloga del famoso hombre de jengibre navideño.
La invención se remonta al siglo XVI en el momento en el que Isabel ordenó a sus cocineros que hicieran figuras de pan de jengibre con los nombres de sus invitados más destacados. Ellos decorarían entonces cada una de las iteraciones para que se asemejaran a los visitantes, convirtiendo ese humilde pan en una creación personalizada que regalar. Al fin y al cabo, se trataban de un inteligente acto de diplomacia diseñado para impresionar y halagar a los visitantes.
Mientras la reina Isabel I popularizaba los muñecos de jengibre en Inglaterra, el pan de jengibre estaba viviendo su auténtica época dorada en toda Europa. El arte de elaborar este dulce se había elevado a tal nivel que los panaderos formaron gremios exclusivos para perfeccionar su oficio. En 1571, Francia fundó su propio gremio, seguido por Alemania en 1643, donde la ciudad de Núremberg se convirtió en el corazón de los maestros panaderos y talladores de madera. Estos artesanos, además de elaborar el pan, fabricaban moldes elaborados para marcar la masa con motivos intrincados.
Pero la creatividad en torno a las galletas de jengibre no acabó ahí. Continuó con la contratación de decoradores con los que embellecerlas con decorados, e incluso orfebres dedicados a pintarlas con dorados comestibles.