Pilar García-Ferrer es arquitecta y artista de collages, aunque en esta segunda faceta es más conocida como PilsFerrer, su marca. Sus dos vocaciones surgieron casi a la vez o, mejor dicho, una como consecuencia de la otra: “Empecé a hacer collages durante la carrera de arquitectura porque tenía que entregar proyectos y se me daba fatal el 3D”.
Esas imágenes que creaba para proyectos de la universidad fueron la semilla de los collages más divertidos, surrealistas y llenos de vitalidad que haría después por ocio. Hizo collages para la boda de uno de sus primos y los fue subiendo a Instagram, donde tuvieron muy buena acogida.
Pero el punto de inflexión fue cuando le regaló una de sus composiciones a la influencer María Fernández-Rubíes y ésta lo compartió en su Instagram. Desde entonces, los seguidores de Pilar son legión.
Sus imágenes crean mundos nuevos que siempre buscan sacar una sonrisa o una segunda lectura. “No me gustan las polémicas. No soy artista reivindicativa y si hay un tema delicado, no lo hago”, cuenta Pilar, que confiesa que se autocensura constantemente. “Las personas hoy en día son demasiado sensibles. A mí hay cosas que no me parecen bien y no por eso tengo por qué censurar a nadie, pero como no todo el mundo lo ve así, me censuro yo misma porque no quiero herir sensibilidades”.
Cuando se siente bloqueada o con falta de ideas, para. Para para moverse: “Salir a correr, dar un paseo o ir a alguna expo son muy inspiradores para mí, pero si hay una entrega y estoy bloqueada, busco referencias de grandes artistas”.
En grandes artistas, en la arquitectura y en la naturaleza, especialmente la comestible, como en las cajas que acaba de diseñar para un perfume de Zara. “Es que me encanta comer. Además, todos los alimentos tienen unos colores brutales. Me gusta todo y en mi casa cocinamos mucho. Mi marido y yo hacemos un buen equipo: él cocina pescados y carnes y yo las ensaladas y la pasta. También me sale muy buena la tarta de queso”.
Uno de los alimentos que más aparecen en sus collages son los huevos fritos: “Es que son bellísimos: los colores, las texturas… me parecen una pasada”. ¿Y la antítesis del huevo frito? “El percebe. El primero que se comió un percebe debía tener mucha hambre y mucho valor”.