Podríamos empezar mencionando algo sencillo y que atañe directamente al resultado, el producto final. La cerveza artesana es verdadera cerveza, no un refresco, su calidad es notablemente mayor. Nadie pone en duda que a la gente le guste más la cerveza industrial, pero habría que matizar que son cosas diferentes.
Hay dos factores determinantes a la hora de definir una cerveza como artesana. El primero es la materia prima, y el segundo la escala de producción.
En la elaboración de la cerveza artesana intervienen cuatro ingredientes principales: Cereal malteado (prácticamente siempre cebada, muchas veces trigo y algunas otras centeno y avena) agua, lúpulo y levadura. Esto es así y así se puede leer en la etiqueta de una artesana. El proceso suele respetar los tiempos de fermentación y guarda, y su objetivo es lograr un producto de calidad. Sin embargo, el fin no es criticar la cerveza industrial sino diferenciar, ésta última utiliza unos ingredientes llamados “adjuntos” que sirven para abaratar la producción y que potencian el cuerpo, la espuma, el olor, color, sabor y estabilidad de la bebida resultante.
Por otro lado cabe mencionar la capacidad de producción, que suele medirse en hectolitros, y que determina si la producción es industrial o artesana. En el caso de las microcervecerías el volumen de producción suele ser local y por tanto pequeño. Normalmente este umbral está ligado al país de origen, por lo que no es lo mismo una microcervecería de EE.UU. (hasta 1.800 hl al año) que una de España o Italia. Otro tercer elemento que podría llegar a influir es la procedencia del capital (en España de momento no) ya que para que se considere microcervecería ésta debe ser independiente. En EE.UU. (país referencia) una micro no puede tener más de un 25% en manos de grandes grupos cerveceros.