A la actriz Blanca Suárez (Madrid, 1988), una de las protagonistas de Las chicas del cable, la llevamos viendo en la pequeña y gran pantalla desde hace más de dos décadas. Cineastas como Álex de la Iglesia y Pedro Almodóvar, entre muchos otros, han confiado en ella y ha participado en muchas de las ficciones televisivas más exitosas de los últimos años.
Este viernes 3 de julio Blanca vuelve a estar en la primera línea catódica. Ya que Netflix estrena los últimos cinco episodios de Las chicas del cable, la serie ambientada en los años veinte y treinta del pasado siglo XX que narra la vida de cuatro jóvenes mujeres que trabajan en una moderna empresa de telecomunicaciones que empieza a funcionar en Madrid, y que desde su estreno hace tres años ha causado furor entre el público. «Ojalá supiera cuál es la receta para que las cosas triunfen pero desgraciadamente una trabaja y pone todo su empeño sin saber cien por cien cuál va a ser el resultado», explica la actriz sobre el secreto del éxito de Las chicas del cable. «Supongo que es una serie que empatiza con todos y los problemas y conflictos de los personajes son universales y atemporales».
Antes de ese esperadísimo final, afirma que «cuando una serie te gusta mucho, por muy cerrado que esté el desenlace, uno siempre acaba con sed de más y nada parece suficiente porque te encantaría que siguiese para siempre…». Y añade que «el final es muy impactante» y, ante todo, espera «que la gente esté conforme con él y no se sienta defraudada».
Blanca se come las redes
Más allá del cine y la televisión, muchos también ven a Blanca en la pantalla de su smartphone a través de su perfil de Instagram. Allí acumula una legión de más de cuatro millones de seguidores. En bastantes de las fotos que comparte en esta red social es habitual verla disfrutando de la comida. «No sé exactamente qué significa el concepto de foodie», admite. «Lo único que sé es que tengo debilidad por la comida y que para mí es uno de los grandes placeres de la vida”.
Si se le pregunta por su plato favorito, lo tiene claro: «Cuando veo en el menú que hay pasta me entra un tembleque de piernas y es imposible que me resista a pedirlo». Aunque reconoce que a veces debe cortarse por exigencias del guión: «Hace muchos años no había necesidad de esto porque mi cuerpo lo gestionaba de forma diferente, pero el tiempo pasa y eso se nota, así que he tenido que cambiar mi forma de comer en momentos puntuales».
En la cocina
Pero no todo es ir a restaurantes a ponerse las botas –«hay un japonés en Madrid que me encanta que se llama Umiko«, nos cuenta–, también toca de vez en cuando enfrentarse a los fogones. Aunque reconoce que normalmente no tiene tiempo para cocinar ni para ir al mercado, asegura que no lo hace mal para lo poco que practica. «De momento, pasito a pasito, he ido probando recetas cada vez más difíciles y no me han salido nada mal. Así que intentaré ir subiendo de nivel cada vez más». Una de las elaboraciones de la que se siente orgullosa es «la receta de mi prima Laura del tiramisú. Creo que algún día podré superarla».
Mientras sigue perfeccionando sus dotes de cocinera, los proyectos profesionales se le acumulan. «A principios de otoño estrenaremos en cine El verano que vivimos, una película de Carlos Sedes que rodamos en Andalucía. Y en cuanto las circunstancias lo permitan, comenzará el rodaje de Jaguar, una nueva serie de Netflix ambientada en los años sesenta». Pues brindamos por estos y por otros proyectos. Y lo hacemos con licor café, algo que –asegura ella misma– «no puede faltar en ninguna sobremesa».
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