La casa de comidas que tenía su familia le vio cocinar su primer plato. Tenía 10 años, y habrían de pasar otros 20 hasta el día en que abrió su propio restaurante. A partir de ahí, todos conocen la historia: L’Auberge du Pont (rebautizado como Paul Bocuse), los 70, la ‘nouvelle cuisine’, el Bocuse d’Or, la Legión de Honor, “La cocina de mercado” y el Collonges-au-Mont-d’Or. Todo esto en 8 décadas de cocina que acabaron por convertirle en Cocinero del Siglo (al menos para Gault- Millau). Pero Bocuse era mucho más que esas medallas.
Claude Maret le enseñó los misterios del mercado negro cuando tenía 16 años. Dos años después, se despidió de Claude y acabó en la Resistencia de Charles de Gaulle. Era 1944. La 1ª Brigada Libre le vio caer en Alsacia; se puso en pie de nuevo y gritó, corrió y abrió fuego junto a los americanos hasta el desfile de la Victoria de Paris en 1945. Había terminado la guerra y Eugénie Brazier le esperaba en Lyon para que Bocuse no olvidase lo que había venido a hacer a este mundo: revolucionar la gastronomía.
Pierre y Jean (Troisgros) aparecieron un tiempo más tarde, en la cocina de Gaston Richard. El distrito octavo de Paris vio nacer la amistad que más ha hecho por la cuisine en décadas, hasta que los dos hermanos y Paul le dijeron adiós a la Plaza de la Madelaine y conquistaron el mundo desde la Pyramide de Vienne. Entonces llegaron las Estrellas Michelin, la escultura de Druet y los aplausos permanentes que ya, a pesar de haberse marchado, jamás dejarán de sonar en las cocinas de todo el planeta cada vez que alguien se acuerde de Paul Bocuse, El Mejor Cocinero del Siglo.
Buen viaje, Paul