Rugidos, mal humor, comportamientos extraños, … A cada uno el hambre le sale por un sitio. Pero hay una serie de órganos y sistemas involucrados en todo este asunto que nunca fallan.
¿Quieres saber qué le pasa a tu cuerpo en esos momentos y por qué?
1) El estómago.
Cuando está vacío más de dos horas, el estómago empieza a contrarse para empujar lo poco que quede hasta el intestino delgado. Este movimiento, mezclado con aire y jugos gástricos, produce ese ‘rugido salvaje’.
2) El vago.
Este nervio es uno de esos ‘importantes’, y con el tema del hambre, conecta tu sistema digestivo con el cerebro. De esta forma, tu ‘coco’ tiene controlados los nutrientes que hay en el intestino y sabe si el ‘buche’ está lleno o vacío.
Ah, y otra cosa: cuando la comida pasa del estómago al íleo- primer tramo del intestino delgado-, comienza la secreción del péptido YY y se activa la señal de “chs, que está lleno”. Esta movida tarda unos 20 minutos en ocurrir, por eso recomiendan que comas despacio, para que a tu estomago tenga tiempo de decirle a tu cabeza “ya está bien”.
3) El pancreas.
Tu pancreas te tiene cogida la hora. Es así se puntual el tío. Por eso, cuando llegan esos momentos en los que sueles llenar el buche, comienza a secretar insulina con dos objetivos: ayudarte a convertir en alimento en ‘energía’ para las células y regular los niveles de azúcar en sangre.
¿Alguna vez te has notado debilucho y atontado cuando tenías hambre ? Pues aquí está el culpable: la secreción de insulina antes de que zampes crea un bajón de glucosa que puede hacerte experimentar esa sensación de despojo humano.
4) El tracto gastrointestinal.
Seguro que te suena la ghrelina, esa sustancia a la que llaman, en un alarde de originalidad, “la hormona del hambre”. Bueno, pues la colega hace lo contrario que el péptido YY, enviando señales al hipotálamo para estimular el apetito.
Movida de las serias: los altos niveles de ghrelina en el tracto gastrointestinal se asocian a la obesidad.
5) El cerebro.
Tu cerebro te habla. Es así. Y cuando lo hace, deberías prestarle un poco de atención. Por ejemplo, cuando te dice que tiene hambre, en realidad te está diciendo: “nos vamos a poner impulsivos, vamos a reducir nuestra capacidad para tomar decisiones a largo plazo y también va a disminuir nuestra actividad intelectual”.
Así que hazle caso a tu cuerpo y déjate de historias, que de esto sabe un rato.