Hablar de Lleida es, entre otras muchas cosas, hablar de vinos de calidad. Las innovadoras bodegas que hoy salpican la geografía leridana tienen en su origen una tradición larga y ancestral. Y por eso, recorrer el territorio, en busca de sus viñedos y bodegas, de comercios y alojamientos con encanto muy vinculados al mundo enológico se presenta como un irresistible plan tanto para iniciados como para los que quieren dar sus primeros pasos en el mundo del vino.
Todo el territorio está salpicado aquí y allá por encantadoras bodegas, situadas en bellos parajes, donde la tecnología más moderna y la tradición del cultivo de la vid ofrecen deliciosos vinos tan diversos como el territorio por el que se extiende la Ruta del Vino de Lleida, un organismo autónomo que une las iniciativas de los sectores público y privado para promocionar y potenciar el turismo enológico sostenible y de calidad en estas tierras.
Cada una de las bodegas cuenta con alquimistas que crean vinos únicos y diferenciados. Las tierras tienen innumerables variedades, viñas de más de 1.000 metros de altura de diferencia, algunas envueltas en nieve y otras que nacen de las piedras. Visitarlas es una clase magistral de cómo hacer vino aprovechando todos los climas, paisajes y recursos naturales. Nos referimos a visitas obligadas como Celler Clos Pons, Celler Mas Blanch i Jové o Celler Matallonga, sólo por citar unos pocos ejemplos de las 18 bodegas que componen la ruta.
Igualmente recomendable es dejarse caer por algunos de los establecimientos
especializados en vinos, donde trabajan buenos profesionales que saben sacar lo mejor de cada producto. La esencia del vino surge según el momento en el que se toma; ninguna botella es igual, porque ningún momento es igual. Escuchando a sus expertos, todo el que realice la ruta saldrá con una historia para contar de enotecas como Vinicia, La Bodega o Carviresa, entre otras.
Pero la experiencia aquí va mucho más allá de las catas y las visitas a viñedos, y la vivencia ha de completarse con el maridaje de estos estupendos vinos con la mejor gastronomía leridana, en municipios con una cocina rica, diversa y sabrosa que acompaña perfectamente la oferta vinícola. La propuesta es inmensa, pero toma nota, para abrir boca, de algunos restaurantes como Els Fogons de la Carme, Cal Xirricló o Castell del Remei.
Y como aquí hay mucho que ver, que probar y que sentir, lo mejor es alojarse, sin prisas, en alguno de los hoteles que participan en esta iniciativa. Establecimientos como Vilosell Wine Hotel, Hostatgeria Monestir de les Avellanes o Cal Soldat. Cada uno es diferente y único, y en todos ellos hay personas que trabajan con dedicación para conseguir que cada huésped se sienta como en su casa. Damos fe.