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Para llegar al restaurante noruego Iris, tienes que coger una embarcación, que es totalmente eléctrica y navegar unos minutos en dirección al centro del fiordo de Hardanger. Una vez allí, tendrás que entrar en una plataforma esférica de color grisáceo. Si lo miras desde lejos, podría parecer una nave alienígena, una gran piedra desprendida de una montaña,… pero difícilmente podrías imaginar que en su interior hay un restaurante, el restaurante Iris.
En su página web ya te avisan de que toda la experiencia dura cerca de seis horas. Además, advierten de que es necesario llevar ropa de abrigo para soportar el frío y el viento que hay en el agua. Eso sí, una vez dentro del restaurante, no existe ningún dress code.
El restaurante sirve un menú cerrado. Esto se debe a las dificultades logísticas para poder acceder a las instalaciones, además, no cuentan con opciones veganas, vegetarianas ni para alérgicos.
La experiencia comienza a tres metros bajo el nivel del mar con un vídeo concienciando sobre los desperdicios de comida. Se continúa con un entrante, para más tarde, pasar a la comida con unas vistas espectaculares al fiordo en la que hay hasta un total de 18 platos.
El menú está enfocado en utilizar productos locales y sostenibles. Entre otros hay salmón noruego, algas marinas, reno, kuzu e ingredientes de la vida silvestre de las montañas que rodean al fiordo. El coste del menú es de 3.200 coronas noruegas, unos 280 euros por persona.
Un lugar único en el centro del fiordo
El espacio en el que está situado este restaurante es una estructura de más de mil toneladas que simula la forma del ojo de un salmón, de ahí su nombre, el Salmon Eye. La parte exterior está recubierta de una serie de escamas plateadas y con una apertura en el centro, otorgándole la forma de un ojo.
Está compuesto de cuatro plantas, que además de albergar un restaurante, tienen en su interior una sala de cine y una terraza en la que se pueden organizar eventos al aire libre y que tiene una vista completa del fiordo y sus montañas.
La idea partió de un representante de la empresa de salmón Eide Fjordbruk y fue encargado al estudio Kvorning. La intención era construir un lugar con el que poder concienciar sobre la pesca sostenible.