Hawaii es un paraíso que monto en mi piso”, dirían algunos con tono meloso mientras echan sal al baño para ponerse a nadar e imitar el mar. Pero, ¿y si en vez de bañera usamos coctelera y en vez de sal lo plagamos de rones, siropes y zumos naturales? La coctelería clásica es un deleite, pero si por algo hay que empezar para educar el sentido del gusto qué mejor que un dulce (que no empalagoso) cóctel tiki. En Olé Lola (San Mateo 28, Madrid), el barman Carlos Vega sabe venerar la tradición tropical con cinco centilitros de Captain Morgan –“un ron jamaicano especiado, perfecto para la ocasión”– en un magnífico combinado de nombre Vanilla Sky. Lo acompaña de zumo de mango y maracuyá, así como pimento dram, un licor casero que consigue su intensidad de la pimienta allspice, ron y el azúcar de la caña integral con la que se potencia. Ahora, lo movemos a ritmo de Polinesia y obtenemos uno de los movimientos cocteleros más divertidos de la historia: los tiki. En uno de sus viajes al Caribe, Don The Beachcomber vio el filón en la estética ostentosa repleta de sombrillitas y lo que empezó como su propia aventura es ahora una buena forma de darle vida a una noche de copas. Es (casi) imposible que un cóctel tan envolvente como este no conquiste; es por eso que cada vez que Carlos ve a un cliente dispuesto a probar algo nuevo… nunca duda en proponérselo. Dice que el secreto está en servirlo siempre frío y con la temperatura perfecta, porque no hay nada peor que un buen cóctel que se ha echado a perder porque la gradación no era la ideal. Hierbabuena, flores de pensamiento, naranja deshidratada, vainilla, una lluvia de azúcar glas… y, de repente, el recuerdo de esas vacaciones que acabas de dejar atrás.
Fotografía: Luis Camacho