Os lo adelantábamos hace unos meses: el empresario y chef madrileño Nino Redruello, cuarta generación al timón del grupo La Ancha, «tiene en el horno nuevos proyectos». Y uno de ellos es el que nos atañe en estas líneas, el nuevo restaurante Molino de Pez de Barcelona, que acaba de abrir en un local a pie de calle del hotel Seventy de Nuñez i Navarro, a medio camino entre el Eixample y el Barrio de Gràcia, con el objetivo de reforzar el proyecto de la Familia La Ancha en la Ciudad Condal, ofreciendo a los barceloneses la opción de comer platos tradicionales y para compartir al más puro estilo de una casa de comidas.
De este modo, Nino Redruello, Patxi Zumarraga y Jaime Santianes –los tres cocineros que se conocieron en elBulli– refuerzan su presencia en Barcelona (tras el éxito de Fismuler, abierto allí en 2018, y del delivery Armando, en funcionamiento desde 2020) con este nuevo establecimiento que pretende convertir una propuesta tradicional muy bien hecha en una casa de comidas actual.
“Si hubiera abierto La Ancha en 2022, sería como Molino de Pez”, explica Nino a la hora de definir el nuevo restaurante de la familia en Barcelona, homenaje a La Ancha original (1919), taberna con más de un siglo de experiencia y buen hacer a sus espaldas. Máxima sencillez, respeto por el producto y honestidad son las señas de identidad de la casa.
Sobre el mantel
Su oferta quiere cautivar al público con muestras evidentes de una tradición centenaria pero dándole una vuelta. Una cocina de costumbres y sabores que no caduca y que recuerda en cada cazuela de barro, vajilla, en cada detalle, la historia y el vínculo emocional con la familia, con clásicos de siempre reflexionados.
El protagonismo de su envite gastronómico recae en la artesanía de aquellas recetas de siempre, los pucheros y la reivindicación del plato de cuchara, las raciones generosas, el fuego y las brasas de su cocina abierta con parrilla y horno de leña y las cocciones lentas: en definitiva, la perfecta sencillez. Fórmulas del recetario español que se ofrecen en la casa madre desde sus inicios, manteniendo el cariño y el cuidado en su elaboración y presentación y apostando siempre por el servicio clásico en mesa delante del comensal.
Propuestas como la ensaladilla de patata y lubina (un homenaje al padre de Nino y Santi), el famoso puchero de lentejas estofadas con codillo ibérico, las albóndigas, la ensaladilla rusa, los callos a la madrileña, la tortilla guisada con almejas o la cola de merluza a la brasa y el lomo de vaca madurada forman parte de una carta con cerca de 60 platos cambiantes a diario, que se nutren de la oferta de ingredientes en el mercado. Postres que alimentan el espíritu y difíciles de encontrar en nuevos restaurantes como la cuajada con miel y nueces, el babá caliente con nata o la ya mítica tarta de queso Fismuler, con queso crema,
Idiazábal y queso azul. ¿Que qué más? Molino de Pez cuenta con una extensa carta de vinos además de una buena oferta de coctelería clásica que redondea la experiencia.
El «anfitrionaje» de Molino de Pez
Que el comensal coma a gusto, hasta saciarse de cuerpo y mente, y disfrutando del contenido de los platos sin más distracciones es uno de los objetivos de Molino de Pez, y para ello practican el “anfitrionaje y la sonrisa”, un concepto que implica que el servicio de sala te haga sentir como en casa.
Los manteles de tela, lisos, y la vajilla blanca, sin logos, han sido escogidos así
premeditadamente, en un ejercicio deliberado de búsqueda de simplicidad y austeridad para evitar distracciones en el comensal y que la experiencia se centre principalmente en la comida. Y los camareros, que casi se deslizan alrededor de la mesa y reparten las raciones entre todos los que están allí sentados, encarnan parte del “anfitrionaje”, marca del ADN propio de La Familia La Ancha, que se practica en todos y cada uno de sus establecimientos.
Un caserío urbano de «Arquitectura Invisible»
Un local de siete metros de altura, dividido en dos pisos y una capacidad para albergar a 140 personas, ha sido diseñado por el estudio de “Arquitectura Invisible” de Nacho Redruello, hermano de Nino y Santi, que ya se ocupó del diseño de ambos Fismuler y que siempre sabe captar a la perfección las intenciones del trío con respecto al espacio.
La sala, amplia, diáfana y profunda, invita al disfrute y se siente hogar gracias a una cocina abierta que se estira de punta a punta y tiene como foco principal el fuego donde se organiza toda la casa, uno de los rasgos identitarios de Molino de Pez. En el centro, los comensales, cuya visión del entorno es completa: desde todas las mesas se puede disfrutar de ese calor que sale de la cocina, que reconforta el alma. A la entrada del restaurante, el bar y una mesa corrida que esconde un piano con el que la música en directo será una parte más de la experiencia de los sentidos en Molino de Pez.
Una gran ventana a lo ancho que mira al restaurante y que muestra un paisaje de materiales nobles: madera, piedra, yeso y acero. Elementos naturales exquisitamente ordenados y ensamblados como si de un caserío vasco, una palloza o una masía catalana se tratara. Un lugar que se expresa con honestidad, sin artificios ni exhibicionismos. Enhorabuena.