Los foodies somos una de esas especies singulares dentro de los aficionados a algo. En mayor o menor medida a todos nos encanta comer y presumir de nuestras comilonas, sea donde sea. Que si en Instagram, que si se lo cuentas a tus amigos, que si te conviertes en esa especie de Guía Repsol con patas para todos tus conocidos -y no tan conocidos-. Y al final acabas como una pequeña enciclopedia acumulando tickets, fotografías perdidas en tu galería del móvil y algún que otro stories en redes que quedó olvidado a las 24 horas. Lo efímero de internet.
A los que nos gusta zampar en muchos casos -más de los que nos gustaría admitir- somos un poco «acumuladores». Guardamos cualquier recuerdo que nos transporte a ese momento en Landa, en la discoteca de moda, en un cabaret o un hotel. Una señal para que una mañana de lunes cualquiera sonriamos al encontrarla en nuestro bolsillo, bolso o carpeta del ordenador y queramos volver allí donde comimos y bebimos sin horarios ni rutinas.
Si otros coleccionan sellos, monedas, postales o zapatillas (ahora tan de moda) nosotros tiramos por los posavasos. Esos trozos circulares de cartón tan comunes que a veces ni los vemos. Esos que tantas broncas de tu madre causaron porque «vas a dejar un cerco en la mesa que luego no se quita». Mesas de madera marcadas de por vida porque se te olvidó colocar el posavasos mientras tu cerveza favorita bien fresquita sudaba sobre la superficie. ¿A quién en un momento así se le ocurriría poner un posavasos? En esta fotogalería te traemos los posavasos de ayer y hoy que querrás tener en tu colección (y que no se te olvidará poner).