Aunque iba para futbolista, Darío Grandinetti (Rosario, Argentina, 1959) decidió inclinarse por alimentar aquel gusanillo que se le despertó cuando debutó encima de un escenario, con tan solo 17 años. Cineastas como Pedro Almodóvar y Alejandro Doria, entre otros muchos, han confiado en él y le hemos podido ver encarnando diversos personajes tanto en televisión como en teatro y cine.
Este viernes 19 de febrero Darío Grandinetti regresa a nuestras pantallas, ya que Movistar+ estrena (y con doble episodio) la segunda temporada de Hierro, un solvente drama criminal dirigido por los hermanos Coira que se ambienta en la isla más remota de Canarias y que narra la historia de la jueza Montes (Candela Peña). Además de verse sumergida en un nuevo caso sobre la custodia de unas niñas, la jueza se volverá a cruzar con Díaz, el turbio empresario interpretado por Darío Grandinetti que, por su parte, seguirá intentando resolver todas sus cuentas con la justicia.
La primera temporada de Hierro fue un éxito, ¿lo esperabas?
Creíamos que la gente que la viera iba a disfrutarla, pero nadie esperaba que tuviera el éxito que tuvo. Uno muchas veces disfruta tanto del trabajo que cree que aquel que lo vea lo va a valorar también, pero luego no se traslada a un éxito masivo. Y a veces pasa al revés, muchas veces uno se pregunta por qué tiene tanto éxito tal película o tal serie… Aquí coincidió nuestro gusto por lo que estábamos haciendo con el gusto de mucha gente, pero no lo esperábamos ninguno.
¿Vas a seguir siendo el malo?
Díaz es el eterno sospechoso, lo digo siempre. Y sí, va a estar otra vez metido en un tema policial… pero esta vez vamos a ver otra faceta suya, más cercana a eso que se podía intuir en la primera temporada. Es un hombre con ciertos códigos, con cierta lealtad hacia algunas cosas, que genera empatía en el espectador. La segunda temporada profundiza un poco más en su personaje: aborda la relación con su hija, hay un tipo de acercamiento hacia la jueza basado en cuestiones personales… Vamos a ver a un Díaz más bueno, aunque no justificable en algunos casos.
¿Has tenido libertad a la hora de construir y cambiar cosas de tu personaje?
Hemos trabajado con mucha libertad, pero sin cambiar nada. Pepe Coira, el autor, sabe perfectamente quién es Díaz. En esta segunda temporada, todos estábamos un poco pendientes de qué pasaría, cómo serían las cosas… incluso con temor de que existieran contradicciones entre las dos temporadas. A mí me gustaba mucho el personaje ya en la primera, de modo que cambiar no. Pero trabajar y recrear algunas cosas sí. Hemos trabajado en conjunto.
La peculiar relación que tienen Díaz y la jueza es uno de los puntos fuertes de la serie. ¿Qué cosas tienen en común?
Para empezar los dos son de fuera y, en un sitio así, no es un dato menor. Están todo el tiempo teniendo que probar que son merecedores de la confianza de los lugareños. Los dos son observados con cierto recelo, a los dos se les mira de reojo por lo mismo y por distintas cosas… Y a partir de ahí se generan muchas cosas en común, que más que decirse o verse se intuyen. También tienen la prioridad de sus hijos. Además, Díaz es de esos delincuentes de la vieja época, que no se mete con las familias, que no se mete con ciertas cosas… y eso creo que les acerca. Tienen ciertos códigos.
Cuando leíste el guion por primera vez, ¿pensaste que iba a haber una segunda temporada?
No, porque nunca se habló de eso de manera formal. Sí se especulaba con que si funcionaba muy bien podía haberla, pero insisto, siempre según la gente que la viera. Son decisiones que terminan tomando las plataformas en función de la repercusión que tiene el producto, en consonancia con la productora. Así que hasta que no ocurriera eso no era más que una expresión de deseo.
Lo que sí que puedo decir es que en la segunda temporada más del noventa por ciento del equipo repitió, y los que no lo hicieron fue porque no pudieron, lamentando no poder estar. Eso habla muy bien de todos nosotros, de que hicimos un buen trabajo y de que nos gustó lo que hacíamos. El equipo es el mismo, salvo tres o cuatro compañeros a los que echamos mucho de menos. Y los nuevos también se sumaron muy bien, sabían que venían a trabajar en armonía.
«Me siento muy afortunado de haber hecho en 2020 la segunda temporada de Hierro y una película», dice Darío Grandinetti
¿Y qué has hecho entre esta temporada y la primera?
Por suerte he seguido trabajando. Una vez terminamos de rodar la segunda temporada pude hacer otra película aquí, en Argentina, en un año muy difícil. Me siento muy afortunado de haber hecho en 2020 la segunda temporada de Hierro y una película.
Ya no habrá ningún rincón de la isla que no conozcas…
Conozco absolutamente todo. Solo hay un sitio al que no fui, que es el bosque de
laurisilva, en la zona más alta de la isla. Allí hay algunas secuencias filmadas en las que mi personaje no estaba, por eso no fui. Pero es el único lugar que no conozco. Ya teníamos recovecos para acortar distancias: salíamos de la carretera y entrábamos por las callecitas, como si hubiéramos sido taxistas allí. Cuando volvimos a hacer la segunda temporada sentí que el coche iba solo. Nos pasaba un poco a todos.
¿Hay en Argentina hay algún sitio tan especial como El Hierro?
Mi sitio especial es mi tierra, Rosario. Cuando estoy mucho tiempo fuera y vuelvo
siento que algo se me acomoda en el cuerpo. Hay algo que llevamos dentro de lo que casi ni conciencia tomamos. Todo es familiar, la luz, los colores, el comportamiento de la gente… todo te lleva a tu ser, a tu infancia, a esos momentos en los que sentiste que te estabas formando. Eso que se dice de la idiosincrasia, ¿no? De eso se trata.
¿Tienes alguna rutina especial relacionada con la comida antes de rodar?
Cuando filmo como menos, suelo adelgazar. Durante el rodaje como liviano porque si luego tengo que seguir trabajando prefiero no sentirme muy pesado. Luego llego a casa y me da mucha pereza cocinar después de once o doce horas trabajando, entonces me hago un sándwich o cualquier chorrada. Al cabo de quince días adelgazo, y como yo soy muy flaco se me nota mucho, enseguida tengo cara de enfermo cuando pierdo nada más que un par de kilos.
¿No te gusta cocinar?
No soy un cocinitas, cocino más bien poco. Como no es algo que disfrute porque no lo manejo, me da pereza. Pero comer sí me afana. No soy Juan Echanove, que se ríe de mí porque dice que no me gusta comer… Claro que me gusta comer, pero no tanto. Lo que no sé es cocinar.
No tienes ningún plato estrella entonces…
No, pero se me da muy bien condimentar las ensaladas. Alguna que otra cosa sí,
pero no para jactarme. Hago asados, preparo milanesas, hago las berenjenas en
escabeche que me enseñó a hacer mi madre… pero no mucho más.
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