Opinión

Maradona: los héroes nunca mueren

«No me importa lo que Diego hizo con su vida, me importa qué hizo con la mía».  Sí, es verdad, esta frase no es mía, pero es la que mejor representa mis sentimientos. Pelusa, Diego, Maradona, pibe de oro, gordo, o como quiera que te conozcan, con vos lloré y reí, amé y odié, saqué pecho de orgullo y me avergoncé.

Mito urbano o no, yo crecí con la creencia de que cada diez años nace un ídolo, y a mí me tocó nacer bajo tu sombra, vos acababas de «romperla» en el mundial juvenil del 79 y mi viejo lo vio claro, acá está en nuevo ídolo se dijo. Y por supuesto…Me sumé a tantos otros a los que llamaron «Diego» en tu honor.

Desde que tengo uso de memoria, estuviste ahí. Representaste el sueño de los carasucias, de los que no tienen nada y llegaste a codearte con los que estaban en lo más alto (a sabiendas de que no pertenecías a ese lugar y por eso te odiaron, por haberlo logrado vos solo). «Mi sueño es jugar un mundial y el segundo sueño es salir campeón» ¡Y vaya si lo lograste D10S!

Del Mundial ’86 tengo algún vago recuerdo como el de mi viejo golpear una cacerola desaforado el grito de «¡Vamos Argentina!» Y poco más, pero él se ocupó de hacerme saber que vos con tus 10 alfiles se encargaron de poner a la Argentina en lo más alto. Ahí te coronaste como el mejor barrilete cósmico.

Maradona es tan grande que es punto de comparación: «eres mejor o peor que él» dijo Valdano. Y que razón tiene, cuando hay una jugada espectacular (en cualquier deporte) se la llama una jugada maradoniana. Con los años entendí que se debía a tu apellido porque de chico creía que era el nombre que se le daba a lo espectacular, a lo excepcional, a lo superlativo. Todos queríamos ser vos cuando jugábamos y nos cabreábamos cuando alguien se pedía la 10 primero.

En el Mundial del 90, ya con más memoria, todos lloramos a tu lado (a la distancia) y puteamos cuando nos puteaban. Pero la realidad es que solo vos fuiste el que te animaste a hacerlo en público y por eso te admiramos. Tu carácter de líder, de dar un paso al frente cuando más se necesita al capitán. Aún recuerdo como tenías los tobillos de los golpes que te daban, pero ahí estabas el primero en el siguiente partido porque sabías lo que significabas para los tuyos y para los otros. Sangre, sudor y lágrimas, te transformabas en un superhéroe cuando pisabas el césped.

Y cuanto más te criticaban contaste cómo, en su momento, te pegaron una patada en el culo y te mandaron a vivir en la cima del mundo. Y que, cuando intentaste preguntar cómo se vivía ahí, nadie te pudo asesorar… ¡es que nadie había estado ahí antes! Tuviste una vida que muchos envidiaban, aunque en realidad nadie se hubiera animado a ser Maradona, ¡ni siquiera un minuto! También bailaste con la más fea y nos privaste del mejor (si cabe) Maradona. Maldita droga, maldito entorno y me enojé con vos mil veces, aunque no lo supieras, hasta que entendí que también eras terrenal y esto hizo que te admire aún más y tenga más vigencia la frase «Cuando alguien juzgue tu camino, préstale tus zapatos».

Diego, hace unas horas que marchaste y el niño que llevo adentro te llora desconsolado porque los héroes nunca mueren y el grande que ahora soy te despide dándote las gracias por haber existido. Adiós Diego Armando Maradona, nace la leyenda.

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