Somos los que comemos… y también lo que compramos y cómo lo cocinamos, el tiempo que le dedicamos… Un estudio de Basque Culinary Center Innovation muestra la transformación de los hábitos alimentarios durante el confinamiento.
Es evidente que la cuarentena alteró nuestra forma de relacionarnos –no sólo con otras personas sino también con la cocina y con la comida–,y que los meses de aislamiento social nos han cambiado, pero ¿cómo diablos somos ahora?
Estas y otras cuestiones son a las que han intentado responder desde el Centro Tecnológico en Gastronomía de Basque Culinary Center, a través de un estudio realizado mediante encuestas a consumidores españoles.
Antecedentes
Las imágenes de los supermercados arrasados y con largas colas que emitían incansablemente los medios de comunicación durante las primeras semanas del confinamiento ya denotaban que no nos estábamos comportando de manera normal.
Tú y yo, y todos, sabemos perfectamente a qué nos referimos… Harina, snacks, chocolate, cerveza… Y otros alimentos relacionados con la cocina y la pastelería –por no hablar del papel higiénico, que poco o nada tiene que ver aquí, pero que no deja de ser representativo– volaron de las estanterías, como si de la enésima película apocalíptica de Hollywood se tratara.
En un plano estadístico se ha comprobado que el consumo de alimentación en España ha sido significativamente mayor que durante las mismas semanas del año anterior. Algo lógico si tenemos en cuenta que la hostelería ha permanecido cerrada, digamos, hasta antes de ayer; por tanto, el 100% de nuestra alimentación se llevaba a cabo en la intimidad de nuestros hogares.
Efecto psicológico
Pero, a la vez, se planteaba la duda de cómo ha llegado a afectarnos psicológicamente la situación a la hora de llenar la cesta de la compra. Es decir: ¿esconde algo más este repentino cambio de costumbres provocado, no obstante, por una no menos repentina alarma sanitaria mundial?
Con el objetivo de identificar estos nuevos patrones de consumo, BCC Innovation puso en marcha este estudio que ha sido publicado en la prestigiosa revista International Journal of Gastronomy and Food Science.
En él se ha explorado la propia percepción de las personas confinadas sobre su alimentación: elecciones de alimentos, hábitos de cocinado, importancia de los momentos asociados a las comidas... Así se ha podido discernir entre actitudes simplemente vinculadas con el almacenamiento de alimentos y otras de consumo real en una situación hasta el momento desconocida.
Resultados
En lo que respecta a los grandes bloques de alimentos, el estudio no refleja grandes variaciones. Más del 50% de los encuestados ha respondido que su consumo de este tipo de comida ha sido similar al del periodo en que no estaban confinados.
Estudios previos al que ha realizado BCC Innovation ya sostienen que los consumidores españoles priorizan las relaciones sociales a la hora de comer, y que la comida representa un elemento importante al tiempo que una excusa para las interacciones personales, por lo que era de esperar que la mayoría de los encuestados –un 67%– pertenezcan a la categoría de “comedor social” (también llamado externo).
Sin embargo, también se ha identificado un grupo de consumidores mucho más emocional que otro, y cuyos patrones de comportamiento podrían verse afectados en situaciones de estrés como la que hemos vivido.
Además de la clasificación en función del estilo nutricional, se han identificado tres grupos por sus hábitos alimentarios y de cocina. El primero se caracteriza por tener una vinculación baja con la cocina y con la comida en general. Mientras que los restantes (grupos 2 y 3) han mostrado una vinculación importante con ambas cosas. Lo que marca las diferencias entre ellos son sus hábitos saludables.
Consumidores emocionales
Mientras que el grupo 2 escogía los alimentos en función de lo sanos que eran, consumía en comercio local y hacía la compra una vez a la semana, el grupo 3 destaca por sus hábitos insanos, aumentando su ingesta de snacks y alimentos ultra procesados, además de comer más cantidad y con más frecuencia que antes. Estos consumidores son los más “emocionales” y su forma de alimentarse está directamente relacionada con un bajo estado de ánimo, según el 27% de los encuestados.
El punto más positivo lo encontramos en que la mayoría de los consultados, un 56%, ha subrayado que ahora “pasa más tiempo cocinando”. Y eso a todas luces es beneficioso para su salud (y para su economía).
Además, según el estudio, un alto porcentaje declara que tienen la intención de “cocinar más, hacer más deporte, y en general seguir hábitos saludables”. Ya veremos si se queda en un alegato de buenas intenciones o si resulta que, al final, todo esto nos va a traer algo bueno…