Saber como hacer una hamburguesa, atender a unos clientes o servir un helado o un café no debería llevar más de unas semanas o, como mucho uno o dos meses para una persona normal. Sin embargo, para algunas grandes y reconocidas cadenas de comida rápida, el tiempo necesario para que una persona normal aprenda estas nociones son 36 meses – o al menos eso dicen y quieren hacer creer. ¿36 meses? ¿Tanto? Obviamente existe una trampa: los contratos de formación.
Según la ley actual, la empresa que ayude a un joven entre 18 y 30 años sin trabajo puede obtener beneficios fiscales como la gratuidad de los costes de la Seguridad Social que implican la contratación de esta persona – siempre que esté en proceso de formación, claro – hasta un tope de 36 meses.
He aquí la trampa. Muchos empresarios no solo de estas grandes cadenas de comida rápida – sino de otros negocios – aprovechan estos 36 meses (3 años, que no queremos seguir hablando como si fuésemos una embarazada hablando de los meses de su gestación) para ahorrarse los costes de Seguridad Social mientras tienen a un empleado que obviamente ya no se está formando sino que es uno más de la plantilla.
Esta solución, que en principio podría parecer perfecta para la inclusión laboral de los jóvenes, se ha convertido en un arma de doble filo y ha terminado siendo todo lo contrario. Plantillas enteras formadas íntegramente por jóvenes en periodo de formación de los que, al pasar estos tres años, se prescinden y se vuelven a contratar a nuevos jóvenes en las mismas condiciones para evitar pagar Seguridad Social.
¿Son entonces estos contratos de formación la solución que necesitan los jóvenes sin empleo, o son simplemente una excusa más para un empleo precario, temporal y con malas condiciones?
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