La lechuga nos lo pone difícil a veces para comer ensalada. Aceptémoslo, es muy pesada. Si viene en bolsa y ya está prelavada es una auténtica gozada pero muchas veces las mejores lechugas son aquellas que compramos en el mercado o que nos traemos directamente “del pueblo” y son precisamente esas las que necesitan un buen lavado. Una de los recursos más utilizados en los hogares es el del típico secador casero en el que se deposita la lechuga dentro de un colador giratorio para centrifugarla y despojárla de cualquier resto de agua.
Pero hay más opciones para llevar a cabo la tarea, por ejemplo, con una funda de almohada. Suena raro y poco efectivo pero el resultado es más que satisfactorio. Tan solo se necesita una funda de almohada en la cual meter una lechuga –después de sacudirla un poco para quitar el exceso de agua- e imitar el centrifugado (mejor si se hace en el exterior ya que puede salpicar) girando la funda con los brazos. Se necesita un poco de fuerza un poco de espacio pero si se tienen nada mejor como solución a esa agua que se queda al fondo de nuestra ensaladera cada medio día.