Desde otro planeta, las cosas deben verse muy distintas. Sobre todo, cuando en esa galaxia no existe la diplomacia en el diálogo, la frivolidad es un valor que aporta un humor singular y el excentricismo es la piel en la que sus habitantes se encuentran cómodos.
Cósima Ramírez, Cósmica para sus amigos, pertenece a ese universo desde el que observa el mundo a través de un caleidoscopio. Ahora, que no se confunda su buen humor, es una mujer comprometida con su trabajo y con el medio ambiente, contradictoria a veces, pero coherente en su propia filosofía. Confiesa que se siente alienígena, pero, efectivamente, prefiere ser de otro planeta a casar con convencionalismos mundanos.
¿El talento se hereda?
Yo creo que no. Es un poco aleatorio. A veces, los genes te pueden ayudar con algo. Pero el talento, el genio, son innatos. Con mucho esfuerzo puedes llegar a tener talentos. Pero yo creo que no es necesariamente genético. ¿Y el gusto? El gusto se aprende. Algunos talentos te ayudan a tener mejor gusto. Pero el gusto es totalmente subjetivo.
¿Y qué hay del carácter?
Me temo que el carácter se hereda. (Risas). Yo he herado un poco el carácter de mujer dragón de mi madre que a veces nos haces chocar. La verdad es que he salido a mi madre.
Me imagino que tus padres debían olerse esa posibilidad de heredar el carácter cuando te pusieron ‘Cósima’, como la mujer de Wagner, una mujer rebelde y provocadora.
Sí, pero eso fue empeñarse en algo que no me venía de ellos. Se empeñaron en que yo iba a ser un prodigio musical. Y la verdad es que he estado toda la vida que si diez años de piano, violín, no sé qué. Y soy un desastre. Es una pelea constante. De hecho, estoy en mi último intento de tocar el bajo eléctrico y me cuesta. No tengo oído, no tengo ritmo… Quizá, si le echo tiempo, lo pueda aprender, pero un ritmo maravilloso no voy a tener.
Pero, ¿tienes alguna de las características de aquella Cósima Wagner?
Bastantes. A mi madre siempre le ha encantado provocar, escandalizar… Y es algo que me divierte bastante hacer. He hecho muchísimas cosas solo por llevar la contraria. Mi actitud ante todo es provocadora.
¿En qué momento pasaste tú de lo común al lado colorista de Ágatha?
Lo hice muy rápido. La Universidad de Brown estaba justo al lado de un colegio de arte al que la gente iba muy expresiva y yo decía “con todo lo que tengo en casa…”. Tuve un momento en la adolescencia en el que me daba vergüenza ser yo misma e iba lo más normal posible. Pero al hacerme un poco adulta, me sentía más a gusto en mi propia piel, y mi piel es extravagante, llena de color, me visto de donut gigante, para mí eso es ser coherente.
Tu madre ha dicho que su vida ha sido una continua lucha contra la depresión y que de ahí nació su firma llena de color. ¿a ti qué te ha llevado a querer formar parte de la marca?
Esa filosofía de colorterapia y de estar siempre de buen rollo. Hay que hacer un esfuerzo por estar de mala leche.
¿Cuál es tu papel concretamente en la firma?
Un poco de todo. Tengo un título oficial con ‘rintintín’ que creo que me puse yo misma: Directora de Relaciones Internacionales. Una manera sofisticada de decir que me mandan a todos lados a hacer recados.
¿Creas o recreas agatha?
Recreo, pero dentro de esa recreación sí creo cosas nuevas. Siempre me inspiro en el propio universo Agatha para hacer cosas nuevas como las joyas, las gafas y los zapatos.
¿Querrías hacer algo tuyo propio, tu marca?
No, creo que sería complicarme la vida. No tendría sentido para mí teniendo Agatha.
Además de la línea de gafas y joyas, estás aportando modernidad poniendo el foco en la sostenibilidad.
Sí, el problema es que en la práctica es complicado. Es mi preocupación número uno, quiero estar orgullosa de mi trabajo, y eso pasa porque Agatha Ruiz de la Prada sea sostenible. La perspectiva de la industria es terrible.
A eso iba, ¿se puede seguir el ritmo de la moda y ser sostenible?
Es que es un problema tanto de la industria como de consumo. Estamos sobreproduciendo y sobreconsumiendo. Y encima, consumiendo cosas de poca calidad. Pasa en muchas industrias, como el fast food. Es cuestión de educarnos e insistir. Yo estoy en una posición en la que hay gente que me hace caso y me mira como fashionista, y desde ahí tengo que insistir en que es guay repetir ropa, comprar cosas buenas y que te duren tiempo.
Mencionabas antes el fast food. ¿Es peor el fast food o el fast fashion?
Me temo que es peor el fast fashion. La industria de la moda es la segunda más contaminante del planeta. No podemos seguir ignorándolo. Lo hemos pasado por alto porque convenía.
¿Qué quieres hacer exactamente para que Ágatha sea sostenible?
Colaborar con cualquier persona que tenga un producto sostenible, cuantos más proyectos verdes, mejor.
A todo esto, ¿os metéis en la cocina con la firma?
Sí, pero cada objeto tiene su propio proceso. A veces nos viene el objeto y el diseño como un relámpago y otras veces se hacen pruebas, el licenciatario opina… Piensa que hemos hecho lavadoras, tablas de surf, puertas blindadas (de mis favoritas), sartenes, escobas… Ahora me hace ilusión crear juguetes de perros.
¿Y tú, te metes en la cocina?
Poco y eso que dentro de poco va a salir un programa de televisión en el que sí me meto. Alguna vez hago algún platito. Tengo una sopa tailandesa que me sale muy bien. Me encanta comer, pero no me relaja cocinar.
Entonces, ¿qué es lo que más te gusta comer en el mundo?
El tuétano. Soy bastante carnívora, pero admito que es una posición que está muy poco de moda. Tenemos que ser vegetarianos, dentro de lo posible. Yo lo estoy intentando. A veces me tomo mis verduras con la nariz tapada. Pero soy un poco tramposa, el jamón por la mañana es la parte más gloriosa de ser español. Es como los toros: no conviene, pero tiene su propio arte. Eso sí, no como fast food desde hace diez años, me sabe a cenizas.
Tenéis un embajador de excepción en la cocina: Chicote con sus chaquetillas.
Nuestro chef agathizado predilecto. Nació orgánicamente, como salen las mejores cosas de este estudio. Chicote era muy amigo de mi madre en la movida y le hacía ilusión ponerse una chaquetilla de Agatha por el cariño que le tiene y porque le gusta ser original. El éxito que tuvieron fue una casualidad que incluso a él le sorprendió y le dio un punto surrealista con lo terco que es vestido de corazones.
La moda, como la gastronomía, ¿tiene que ser apetecible?
Sí, y el arte. Para que me guste tengo que disfrutar de todo eso visualmente. Si es desagradable, fea… El feísmo no lo disfruto en ningún ámbito, ni en la moda, ni en el arte, ni en la cocina.