La publicidad en el envoltorio de los productos es bastante engañosa. Probablemente todo lo que pone “sano”, “light”, “healthy” o “natural” no lo sea. Pero todavía hay consumidores que no entienden qué es comida real y qué son ultraprocesados.
A día de hoy no existen pautas para el uso del término “natural” ni Europa ni Estados Unidos. Cruzando el charco, la única definición que hay es la del USDA Food Composition, el Departamento de Agricultura de los EE.UU, quienes definen «natural» como «un producto que no contiene ingredientes artificiales, ni color añadido» y que «solo se procesa de manera mínima«, lo que significa que se «procesa de una manera que no altera fundamentalmente el producto«. Eso significa que los animales criados con hormonas y los antibióticos todavía pueden caer en la categoría «natural», como los Cheetos, las galletas Oreos con sabor a limón y mantequilla de cacahuete. Poner “natural” en los packagings se encuentra dentro de los límites legales establecidos por el USDA y sanidad. Pero se planea que esta decisión cambie en muy poco tiempo.
Hay muchas evidencias de que las grandes empresas de alimentos se benefician de la confusión del consumidor. Consumer Reports encontró que el 73% de los encuestados buscó productos con la etiqueta «natural», un porcentaje mayor que aquellos que compraron alimentos «orgánicos» etiquetados de forma más estricta (otro sector en el que los conglomerados de alimentos se están abriendo camino). Una encuesta separada de Technomic encontró que uno de cada cinco consumidores está dispuesto a pagar más por productos etiquetados «naturales» y «orgánicos». Pero es que los productos naturales no son las únicas etiquetas que prácticamente no están reguladas. Términos como «ligeramente edulcorado», «hecho con harina integral» y «multigrano» también son más una estrategia de marca que una etiqueta sustantiva, lo que obliga a los compradores a mantener los ojos bien abiertos cada vez que van al supermercado a comprar cualquier alimento que venga envasado.