La cocina es más protagonista que nunca. Es capaz de establecer combinaciones que hasta ahora traspasaban nuestras fronteras. Concretamente experiencias; así es como nos gusta vivir ahora. Sentir y que nos asombren, y desde luego que lo están consiguiendo. ¿La última? Los bares-tiendas. Comer mientras compras. O comprar mientras comes. No está muy definido aún, pero lo que está claro es que consumes y consumes.
Los restaurantes en las tiendas empezaron como un simple pasatiempo, para evitar que los clientes abandonaran las tiendas a causa del cansancio que provoca estar de pie durante mucho tiempo. Pero ahora van mucho más allá: se han convertido en toda una revolución.
Los establecimientos tienen cada vez más claro que al consumidor hay que atraparle, embaucarle y, sinceramente, ¿hay alguna fórmula mejor que llenarle el estómago? Es más, la comida tiene tal efecto en el consumidor que crea la necesidad de comprar, y más si ésta tiene un precio económico. Comprar un perrito caliente por 50 céntimos nos hace ver que la tienda es asequible y cambia nuestra percepción de los precios.
Además, como explica Chris Spear, un chef que trabajó en una campaña de alimentos de Ikea -en Quora-, el propósito de este servicio alimenticio es reforzar su perfil de precios bajos “incluso si esto significa que la venta de comida se traduce en pérdidas”. Esto sucede porque desde la compañía esperan que esas personas que comen en la tienda, en algún momento, compren artículos de la misma. Por lo que a través de la comida, generan necesidades.