Son las siete de la tarde. Los tejados de Madrid convierten la ciudad en un mar de casas, y abajo, entre el ruido de los coches, se pierden miles de personas sin dirección, como hormigas que corren por el terrario más grande del mundo. La azotea del hotel está llena y parece que todos se conocen. No es cierto, pero hay situaciones en las que cualquier cara desconocida se convierte en una cara amiga. Será cosa del buen tiempo. O puede que de las vistas. O tal vez la culpa la tenga Coca-Cola Mix y su Ron Rouge, el combinado que pone la nota cítrica y especiada a la 8º edición de Live the Roof, un ciclo de 55 conciertos que recorrerá las alturas de la geografía española desde mayo hasta septiembre.
En un entorno inmejorable y con un formato de lo más íntimo, el público observa el atardecer mientras la cantante se sube al escenario. Parece su primera vez, pero sin esos nervios que atascan la voz y se abrazan a los tobillos cuando el micro está cerca. Coge una guitarra y se sienta. Habla de aquella vez que negoció los derechos de una pieza para versionarla en castellano, y de cómo la autora se negó. Acabó haciéndola en italiano y, según dice, lo más probable es que la letra cambie más que si la hubiese pasado a nuestro idioma. Allí nadie sabe italiano, pero si fuésemos los autores… estaríamos orgullosos de que alguien cantase así nuestra canción. Por las ganas. Por la sensación que invade a cada uno de los grupos que se arremolinan en torno a las mesas altas de madera. Por la experiencia de escuchar aquella voz como si nos estuviera hablando sólo a nosotros, en el salón de nuestras casas.
3 centilitros de ron añejo, 3 de vermú, una corteza de lima, Coca- Cola y hielo. Bueno, en realidad ya sólo queda la corteza y el hielo en la mayor parte de los vasos. El resto del Ron Rouge ha desaparecido. También lo ha hecho el primer artista, pero toma el relevo un segundo cantante. ¿Da tiempo a pedir otro combinado? Porque César Ruiz, Brand Manager de Coca-Cola, lo dejó bastante claro: “ queremos seguir aportando para que la experiencia con la música en directo sea memorable, y qué mejor manera que en un formato exclusivo, con el atardecer, una ocasión perfecta para disfrutar de tu artista de una forma íntima y con una copa de Ron Rouge”.
El músico comienza a afinar la guitarra y todos sabemos que es el momento perfecto para correr hacia la barra. Eso sí: lo bueno de beber en compañía es que uno puede traer los vasos de otros siete sin necesidad de que estos se desplacen. Así, gracias a las maravillas del ‘piedra, papel o tijera’, el grupo se encuentra con su combinado en la mano sin haber despegado los pies del suelo. Y justo a tiempo, claro, porque el tipo de la guitarra ya encontró la afinación y acaba de arrancarse con el primer acorde. Por lo visto ese tema le gustaba mucho a una chica que salía en un reality de televisión. Habló de la canción y todo el mundo empezó a escucharla una y otra vez. Pues aquí la escuchan todos en directo, tan quietos, tan en silencio… que hasta puede oírse cómo el tipo de la primera fila se rasca el bolsillo con la esperanza de sacar el móvil y grabar un minuto. Espero que se lo mande a alguien porque yo estoy abrazado al Ron Rouge. Y algunas cosas están hechas para compartirlas.
El artista se baja del escenario. Está anocheciendo. La gente habla tranquila y con una sonrisa mientras terminan la tercera copa. Los grupos se deshacen hasta que sólo quedan tres, luego dos y luego ninguno. Es hora de tocar tierra.
Nos largamos de allí y cruzamos la Gran Vía. Alguno mira hacia las cornisas. Otros andamos recto y sin prisa, tratando de no perdernos en aquel terrario gigante que observamos dos horas antes. Aquella canción italiana nos persigue, clavada en el oído interno. Y la parte de atrás del paladar aún nos sabe a Coca- Cola.