Con el simple gesto de pelar una manzana, quitar la piel de la pera o tirar el recubrimiento de una fruta estamos renunciando a una enorme fuente de fibra, vitaminas y nutrientes muchas veces más beneficiosa que la de la fruta en sí.
Todos conocemos los beneficios de consumir las reglamentarios cinco piezas de fruta al día y el imperdonable zumo de naranja nada más levantarnos pero, ¿qué hay de las piel? ¿Qué nutrientes nos aporta exactamente?
Para empezar los beneficios más visibles y fiables surgen a nivel estético. El poder antioxidante de la piel de la fruta repercute en la jugosidad de la piel, el buen estado del cabello y el color del rostro. Un aspecto sano que dejo eso del envejecimiento para otro momento.
La mayoría de las vitaminas se encuentran en la piel, véase cítricos, por eso, consumir la fruta con piel hace que obtengamos más defensas para la temporada del año que ya tenemos aquí: otoño, época de gripes y catarros.
Podemos matar dos pájaros de un tiro si en vez de pelar la fruta, la lavamos y nos la comemos directamente. ¿Por qué? Sencillamente porque es rica en fibra. Aceleraremos nuestro metabolismo y proceso digestivo adelgazando antes y, sobre todo, saciaremos el hambre ya que su efecto saciante reside en la piel.