Burmar lleva más de cuarenta años refrescando “a niños y no tan niños” desde Talarrubias, Badajoz. Cambian los colores según la demanda y tienen peticiones especiales de diferentes países según sus leyes (no pueden llevar el el aditivo de carmín de cochinilla a los países árabes, por ejemplo). Vienen del polo de toda la vida (sí, del que el mismo Marco Polo trajo) y eran conocidos como “el helado de los pobres” aunque la realidad fuera que estaban destinados a los niños.
“El aliado de los pequeños”, “la chuchería congelada” mucha esencia y, si cabe, aún más colorante. El helado de toda la vida que se compone de agua, azúcar, espesantes (para que le de una buena textura no cristalina aunque no tanto como al helado), edulcorantes (para que el aporte calórico no sea tan grande) y acidulantes (para darle un gusto diferente a base de otros ácidos). Una mezcla de agua y jarabe base que a partir de la pasteurización, agua caliente y jarabe se congela para refrescarnos (y para hacernos hasta unas pequeñas heridas en la comisura de los labios que para nada importaban).
No pasa nada que vengan de 1973. Han sufrido muchas innovaciones: el sabor tropical (que lleva más colorante que el resto) es relativamente nuevo y han incorporado una serie a base de zumo natural. ¿Cuál era tu favorito?