Que vino y Luna coincidan en tiempo y espacio en una misma frase no es casualidad, es ciencia.
Si hace unas semanas hablábamos sobre el poder de la sal en el vino como modificador de su sabor, hoy le toca el turno a la Luna. Y es que, según el calendario biodinámico, este satélite natural de la Tierra sí podría modificar el sabor de una buena copa de vino.
Pero antes de emocionarnos con llevar a cabo el experimento, tendremos que saber qué es un calendario biodinámico y de dónde viene esta afirmación tan segura de sí misma. El caso es que el descubrimiento de este calendario hay que debérselo a Maria Thun, una agricultura alemana, que se dedicó en cuerpo y alma, concretamente 50 años, a su elaboración: una buena forma de ver cómo los ciclos de la Luna influyen sobre las plantas, todas sus partes y su crecimiento.
De esta manera, cada parte de la planta, como por ejemplo, raíz, tallo, fruto, flor, tendría fijado un día en el calendario (biodinámico) en el cual su manipulación haría que esa planta diera un producto excelente, momento en el que entra en juego el vino. Extrapolar (o aplicar) esta teoría al vino hizo que los expertos encontraran menos turbia esta bebida cuando, por ejemplo, manipulaban las barricas en noches de cuarto menguante.
La explicación es simple: la humedad, la presión atmosférica y la temperatura, en definitiva, la presión ambiental, pueden influir en la percepción del vino en boca según las características de la Luna en esa noche.