La adictiva salsa de tomate con la que bañamos patatas, hamburguesas, perritos calientes y todo lo que se nos ponga por delante no tiene un origen americano, como erróneamente creíamos, lo tiene asiático.
Y para empezar a creernos que esta noticia sí va en serio, comenzamos con el auténtico nombre y no la adaptación que hicieron los estadounidenses: tenemos que hablar de ke-tsiap y no de ketchup, como venimos haciendo; la primera prueba de que esta salsa de tomate no la inventaron los americanos sino un poco más allá, en Asia.
Se trata de una vieja palabra asiática que hace referencia a la salsa tradicional que acompaña al pescado en este continente: picante, marrón, grasienta y típica del sudeste.
Una receta original de la que poco queda en sus múltiples versiones y adaptaciones a lo largo y ancho del planeta, siendo Estados Unidos el país más representativo de este condimento tras la incursión de comerciantes en el continente asiático, momento en el que se exportó esta salsa para que cada país fuera adaptándola a los ingredientes de la zona y gustos de la población.
Los británicos fueron quienes mantuvieron más la esencia del ke-tsiap, es decir, continuaron usando la salazón y la fermentación de las anchoas para dar vida a esta salsa, pero la inclusión de los tomates en la receta no llegó hasta muchos años después.
Hubo que esperar hasta el siglo XIX para que un hombre de Pittsburgh, llamado Henry J. Heinz aumentara los niveles de azúcar y vinagre a la receta para potenciar el sabor del tomate y alegrar la comida rápida de Estados Unidos, de ahí que erróneamente creamos que su invención se debe a este país y no a China.