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Las grandes productoras de patatas congeladas de EEUU decidieron unirse para conspirar de manera colectiva con el sector, en base a una coordinación de la subida de precios en 2021. Ese caso se ha llevado a juicio esta semana con varias demandas colectivas contra Cavendish Farms, Lamb Weston, McCain Foods y J.R. Simplot Company.
En la demanda, la cadena de supermercados Redner’s Markets, de Pensilvania, alega que las cuatro empresas fijaron ilegalmente los precios de las patatas fritas, las papas fritas y las patatas de bolsa, estafando a los clientes. Todas ellas llevaron a cabo una serie de prácticas antimonopolio mediante el uso de servicios de agregación de datos y el intercambio de accesos a información sensible con los que fijar artificialmente los precios. Entre 2022 y 2024, los precios de los productos de patata congelada aumentaron un 47%, según una de las demandas.
El cártel de la patata subió los precios de manera sincronizada, mientras la preocupación de los consumidores no paraba de crecer. Y es que, los precios mundiales de la patata han alcanzado su nivel más alto en 18 meses, con el índice de precios de los alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación aumentando hasta 127,4 en octubre, un 5,5% más que hace un año.
En este sentido, las empresas demandadas consiguieron dominar el mercado, representando alrededor del 97% de una industria estadounidense de patatas congeladas valorada en 68.000 millones de dólares anuales, según declaró un demandante.
Cómo Big Potato se hizo con el mercado
Tal y como inscribe la demanda, los productores de patatas fritas mantuvieron estrechas relaciones con los agricultores e insistieron en que los proveedores no aceptasen nuevos clientes. Sin embargo, las consecuencias de la supuesta fijación de precios podrían repercutir gravemente en los gigantes de la patata frita, tal y como ha sucedido recientemente con la denuncia de McDonald’s. El mes pasado, la cadena demandó a los productores de carne de vacuno, alegando que cuatro grandes empacadores de carne inflaron los precios al disminuir la oferta y argumentando que la industria de la carne de vacuno se había convertido en un monopolio.