Opinión Salvador Sostres

Una educación sentimental

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El profundo encanto de las cosas bien hechas, el apego que enseguida sentimos hacia ellas. Hay establecimientos, negocios, restaurantes como la Brasería Gallega con los que enseguida sientes una vinculación porque encarnan la bondad en que cualquier transacción tendría que basarse. Es un trato limpio, honesto, si más que lo que hay, pero también sin menos. El dueño disimula que lo es y sirve como un camarero más. Ni siquiera tiene la prerrogativa de tomar nota en exclusiva. La buena calidad es la característica de la casa y también un modo no agresivo de tratarla. Lo que tienen es bueno -el pescado, el marisco, la carne- y la cocina no lo estropea, aunque hay que advertir contra el ajo, que lo emplean. La sala es pequeña, algo tumultuosa, pero la clientela es educada y no grita, de modo que se puede conversar sin demasiado problema. Los precios son contenidos y hay que hacer mucho el bestia para que la factura supere los 90 euros por persona, gintonics y percebes incluidos.

Brasería Gallega es una educación sentimental, el contínuo de una ciudad, una casa donde aprender cuando eres joven y a la que volver cuando ya tienes una edad y no quieres que te roben en marisquerías más de moda y de precios no sólo exagerados sino que muchas veces no te dan la calidad prometida a cambio. Brasería Gallega no juega a engañarte, puedes probar todos o casi todos los mariscos sin perder la camisa. La calidad es notable y estable, y cuando no la pueden garantizar prefieren no tener aquel producto. El servicio (dueño incluido) es amable, rápido, hace lo que le pides y no tienes que decírselo dos veces, y entre tres sirven a cincuenta personas con eficacia y buenas maneras, bien organizados, sin estridencias.

Instrucciones para ir a Brasería Gallega:

Si son dos, pidan la mesa 16. Es la más resguardada.

Llevarse bien con la sala. Berni es el dueño: no intenten hablar mucho con él, porque es de pocas palabras. No es que no nos quiera, pero vive en su mundo. La camarera señora es muy amable y si le pides el aire acondicionado, en lugar de ofrecerte excusas chimbas, lo pone. El camarero negro al prinicipio es un poco brusco y parece que te desapruebe pero luego tiene su sentido del humor y se ríe contigo cuando conviene.

Llegar a las 13:30. Antes no, porque los empleados comen y les cortas abruptamente su momento de descanso. Pero más tarde tampoco, porque entonces llegan todos los clientes y tardas más en ser servido, por eficaces y rápidos que todos procuren ser.

Los percebes son pequeños pero sabrosos. Las navajas son un acierto total de la casa. También el chorizo ibérico (hay que pedirlo sin patatas para no llenarse y poder probar otros platos), y la morcilla: la casa opina que es un descubrimiento servirla con manzana. Yo soy poco partidario de las combinaciones cuando el producto es bueno y esta morcilla es excelente.

El turbio de la casa está muy dulce últimamente. Hay vinos blancos, gallegos y clásicos de precio ajustado que son mejor compañía, por lo menos hasta la próxima cosecha.

Recordar siempre que cualquier pescado o marisco lo queremos sólo con aceite sal y tal vez un poco de pimienta. Huyan del ajo como de la miseria.