Reportajes

El resurgir de los ‘supper clubs’

Hay cocineros «amateur» que disfrutan preparando cenas exclusivas para desconocidos. Esta moda (que no es nueva) se está extendiendo tanto que ya hay empresas especializadas en facilitar la experiencia.

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Nacieron en Estados Unidos hace más de un siglo como cenas organizadas por cocineros no profesionales en lugares fuera de lo que entendemos como restaurantes, desde la mesa de salón de una casa particular hasta locales alquilados o tiendas de moda. Tras la pandemia, los conocidos como supper clubs (club de cenas) vivieron un resurgir como una manera de volver a conectar con los otros dentro de una nueva normalidad. Desde entonces, no dejan de aparecer proyectos que reúnen a desconocidos en torno a la comida.

Fondo Supper Club: arte y gastronomía

Fondo Supper Club nació de la necesidad de acercar un mundo difícil y que puede parecer elitista, como el del arte contemporáneo y las galerías, a un público más amplio. La comida tiene ese potencial de crear puentes y hacer más amables procesos abstractos y para este estudio creativo de comida la cosa estaba clara: “traducir conceptos en situaciones comestibles”. Belén Cabello (diseñadora), Nora Silva (directora y artista), Sara Oldenburg (sumiller) y Marta Moya (chef), son las cuatro patas sobre las que se sostiene Fondo. Todas tienen menos de 30 años, lo que las ha llevado a ser reconocidas dentro de la lista de 100 jóvenes talentos del Basque Culinary Center.

Su camino arrancó hace dos años con una cena vinculada a la obra de la artista Esther Merinero. Para Belén, una de las integrantes, “fue como una especie de proyecto autocomisariado”. De ahí pasaron a contactar con galerías jóvenes que representan a artistas de su generación como Pradiauto o El Chico.

Las cenas, que se celebran en estos espacios cada dos meses, no sobrepasan los 30 comensales y su precio ronda los 75€ incluyendo un cóctel y un snack de bienvenida para disfrutar mientras se ve la exposición, y un menú degustación con maridaje. En un acto de compromiso con el medio ambiente y de reflexión sobre su papel dentro de la industria alimentaria, la comida que ofrecen en sus cenas performativas siempre es vegetariana (salvo en una ocasión en la que cocinaron insectos) y reconocen que este posicionamiento las ha llevado a perder algunos clientes.

Dentro de su línea activista, se presentan, ante todo, como un equipo de mujeres en un intento de contrarrestar la falta de presencia femenina en el sector de la hostelería. Su propuesta se amplía y ahora preparan otras vías de trabajo como talleres de biomateriales, cursos de cocina y una tienda en la que venden objetos diseñados por ellas en los que se reciclan los materiales sobrantes de sus eventos. Los más atrevidos pueden adquirir un asiento de manera anticipada a ciegas, sin saber dónde ni cuando será con un precio inferior.

Second Sunday Supper Club: diversión y conexión

Hace poco más de un año que Georgina Hotson, una británica que lleva 12 años asentada en España, arrancó Second Sunday. Con una propuesta diferente, su idea no era cocinar, sino facilitar a todas las personas que quisieran organizar cenas en sus hogares pudieran hacerlo de manera sencilla. Bajo la plataforma de Second Sunday, los anfitriones tienen el control sobre la temática, el tipo de cocina y vajilla que se va a servir, o lanzar una frase que sirva de marco durante la cena y facilite la conversación entre desconocidos. Lo único que está acotado es el precio. “Somos conscientes de los salarios medios en España y tenemos la intención de que las cenas sean accesibles a la mayor parte de la gente, así que aconsejamos a los anfitriones que el precio que fijen esté entre los 35 y los 40 euros, con bebidas incluidas”, asegura Hotson.

Participar en estos encuentros tiene otras ventajas, como tener la oportunidad de conocer por dentro algunos edificios tan emblemáticos y cinematográficos como Torres Blancas, un aliciente para saciar la curiosidad de los amantes de la arquitectura.

“Todo empezó por el amor a la comida, pero me di cuenta de que la gente está necesitada de conocer personas nuevas y que no quieren interactuar a través de aplicaciones. Después de la pandemia la gente se siente muy sola y necesita otro tipo de contacto. De nuestras cenas han salido amistades reales”, asegura la británica. Su éxito fue arrollador y las entradas para acudir a estos encuentros se agotaban rápidamente, lo que llevó a Hoston a pensar en abrir nuevas vías de negocio. Además de extender su supper club a ciudades como Barcelona y Valencia, Second Sunday ahora también organiza eventos en espacios más grandes que permiten albergar a mayor número de asistentes. Han llegado, incluso, a orquestar colaboraciones que acercan proyectos internacionales como el Lucky Dinner Club de Nueva York a Madrid.

De la cocina casera a la izakaya española

Laura Ochoa prepara cenas en su casa desde hace dos años. Como la mayoría de las personas de todo el mundo, Ochoa se puso a cocinar durante el confinamiento. Al no poder realizar su trabajo de directora de arte en rodajes, necesitaba canalizar su carácter hiperactivo y comenzó a estudiar procesos culinarios y a organizar pequeñas cenas con amigos y gente cercana donde exhibir todo lo aprendido. Estos encuentros gastronómicos con amigos suponían para Ochoa algo más que compartir mesa, pues confiesa que desde hace algunos años sufre un trastorno de la alimentación y le cuesta menos comer acompañada.

Cada vez se sumaban más participantes a la mesa que preparaba en casa de su pareja y llegó un punto en el que sus menús se sofisticaron y Ochoa comenzó a buscar apoyo económico para poder llevarlos a cabo. “Siento mucho placer cuando veo que la gente disfruta de lo que cocino. Me apetecía compartirlo con más personas que no fueran mis amigos y crear un menú que estuviese estructurado, porque la cocina me hace muy feliz”, comenta Ochoa.

Define su propuesta como “Spanish Izakaya” por su predilección por la cocina oriental, que maneja con soltura y con la que deleita a los pocos asistentes. Seis es el máximo de personas que admite esta improvisada taberna japonesa en un piso particular de Madrid, lo que imprime a sus eventos un cierto carácter de exclusividad. Ochoa estructura su propuesta en función de la temporada y siempre con la mersona lleva su propia bebida o, si lo prefiere, se deja llevar por los consejos de la chef, que también es entusiasta del sake y el vino. Cuando se le pregunta si el siguiente paso es montar un restaurante responde con premura que no. “Disfruto mucho de mis dos trabajos, el de directora de arte y el de cocinera y, de momento, no quiero posicionarme sólo en una casilla”.

Otras experiencias clandestinas

El camino de Heba Kharouf fue diferente. Desde las cenas clandestinas que organizaba en su casa para grupos reducidos de desconocidos se abrió camino hasta materializar su sueño en Farah (La Latina, Madrid), una casa de comidas árabe que se ha convertido en una de las aperturas más comentadas de los últimos meses. Clandestina es la palabra que también han elegido en Biga para denominar a las cenas que organizan en torno a este prefermento presente en muchas masas italianas. Definen su propuesta como un “culto a la pizza” y lo expresan en un menú de ocho pases (siempre secreto), un postre y una bebida, que sirven solo para ocho comensales.

Cuentan con una filosofía de bodega abierta, donde los asistentes pueden llevar su propia bebida. Más allá de las grandes capitales, Secret&Co organiza en Salamanca encuentros donde todo es un misterio. Hasta el último momento los participantes no conocen ni el lugar, ni el menú. Con un chef encargado de la propuesta culinaria, cada evento tiene una temática concreta que cambia en función de la temporada.

Todo apunta a que la oferta de este tipo de experiencias en las que se une el secretismo y el interés por lo desconocido seguirá creciendo.