Tomar los caminos inexplorados no es fácil, pero nada como el riesgo para despertar el ingenio y los sentidos. Esa es la actitud que caracteriza a IQOS* y que le da el título de Game Changer al ser una marca que ha cambiado la forma tradicional de consumir tabaco con sus dispositivos: calentándolo en lugar de quemándolo. Pero no sólo por eso, porque ahora, como la materialización de una nueva etapa en este camino de romper con lo establecido, surge IQOS Club Café, ubicado en la IQOS Boutique de la calle Serrano 36. Una forma de llevar la Boutique al siguiente nivel y convertirla en un lugar donde vivir una experiencia exclusiva y de vanguardia.
En esta flagship se fusionan temperatura y aromas con un café de especialidad de East Crema para crear espacios de relajación y disfrute y convertirse en mucho más que un punto de venta. Además, ser usuario de IQOS tiene premio, porque a todos ellos se les ofrece la posibilidad de disfrutar de un rico café recién hecho sin ningún coste. Este espacio libre de humos es también de encuentro, razón por la que se convierte en el ideal para entregarse al placer de la conversación junto a otros “Game Changers”, Elisa y Carlos, propietarios de La Buena Vida, un restaurante del barrio de Las Salesas que forma ya parte de la historia gastronómica de Madrid.
Su cambio de rumbo y gran apuesta ocurrió en el año 2000 cuando, trabajando ambos en el mundo de las finanzas, decidieron empezar un nuevo capítulo, cambiar de profesión, hipotecarse y apostarlo todo para abrir su restaurante de la calle Conde de Xiquena, centrado en traer el mejor producto de cada rincón de España. “En ese momento montar un restaurante no estaba tan bien visto como hoy y en nuestro entorno fue un poco shock”, afirman, pero no se plantearon el riesgo que había más allá, simplemente pidieron un préstamo y lo hicieron. Y precisamente esa es la actitud de Game Changer, personas que van más allá cambiando las reglas del juego, lo que les conecta con la filosofía de IQOS.
Hoy se mantienen en lo más alto gracias al trabajo, el control total en todos los aspectos del negocio (él está en la cocina y ella en la sala) y al sentido común. También gracias a una clientela muy fiel que ha crecido junto con el restaurante y que vuelve una y otra vez buscando esa calidad y esa intimidad. Porque La Buena Vida es uno de esos lugares en los que se da la fraternidad total alrededor de la mesa para elevar el disfrute. Una oda al encuentro que es también la se siente en IQOS Club Café y sobre la que Elisa y Carlos reflexionan: “Todo cambia muy deprisa, pero hay algo que no desaparecerá y que es el que la gente quiera quedar en un sitio para compartir, para charlar y pasárselo bien”.
* IQOS no está exento de riesgo y con su uso se inhala nicotina, que es adictiva. Dirigido únicamente a fumadores adultos.
Carlos y Elisa, propietarios del restaurante La Buena Vida: «Cuando apostamos por la restauración nos estábamos jugando nuestro pasado, presente y futuro».
¿Cómo se fraguó la historia de La Buena Vida?
Carlos: Yo trabajaba en una gestora de fondos de inversión y Elisa en una empresa financiera americana.
Elisa: Era el año 2000, éramos muy jóvenes, nos liamos la manta a la cabeza y decidimos montar un sitio que en un principio iba a ser más de tapas. Eso sí, con muy buen producto y muy bien seleccionado; eso lo teníamos muy claro desde el primer momento. Pero en cuanto entramos en el local sentimos que iba a ser un restaurante, más que un bar de tapas. Desde muy jóvenes habíamos sido muy inquietos gastronómicamente hablando, pero realmente no teníamos ni idea de cómo funcionaba desde dentro.
Además en ese momento la gastronomía no tenía la importancia que tiene hoy, ni el papel del cocinero. ¿Cómo recibió la noticia vuestro entorno?
Carlos: Fue bastante shock. Dejamos el trabajo y estuvimos un año buscando el local.
Elisa: En mi familia nunca me dijeron nada en contra, pero tampoco creo que les hiciera mucha gracia. Pero bueno, mi hermano por ejemplo nos ayudó con el proyecto y la dirección facultativa del mismo.
Ser un game changer implica enfrentar el miedo o vértigo que asoma cuando se hace una apuesta tan arriesgada. ¿Cómo se vence?
Elisa: Éramos muy jóvenes y no teníamos responsabilidades. Tiramos para adelante y si no funcionaba siempre podíamos volver a trabajar por cuenta ajena; tampoco nos lo planteábamos tanto. Y eso que nos estábamos jugando nuestro futuro, presente y pasado porque retomar la carrera profesional que teníamos entonces iba a ser muy difícil. Y luego estaba la hipoteca, claro.
¿Y por qué creéis que habéis conseguido manteneros ahí durante todo este tiempo?
Ambos: Por trabajo.
Carlos: Y por cabezonería.
Elisa: Ayuda mucho tenerlo todo controlado. Trabajar los dos allí, no tener jefe de sala, de cocina, etc.
Carlos: Además la plantilla nuestra es muy estable, el que menos lleva, lleva cuatro años. Todos hacen un trabajo excepcional, pero nosotros controlamos todo y si mañana se va un cocinero no tenemos que hacer un parón o cambiarlo todo porque va a venir otro con nuevas ideas. Mantenemos una línea estable.
Elisa: Y eso no fue así desde el principio porque entonces sí teníamos jefe de cocina, pero nos dimos cuenta de que eso era inviable porque si no controlas la cocina es un grifo abierto en cuanto a costes. Carlos empezó a aprender cocina y se metió ahí y yo me quedé fuera. Y cuando decimos que controlamos todo nos referimos a que incluso hacemos nuestro propio hojaldre, pan, encurtidos o conservas. En eso vamos a contracorriente.
¿Qué os parece que se abran espacios como este IQOS Club Café que se prestan al encuentro, a la desconexión y la conversación?
Carlos: Es fundamental. Al final la vida es compartir y hay cosas que nunca desaparecerán. Todo cambia muy deprisa, pero lo que no lo hace son las ganas de verse, quedar para tomar algo, pasar tiempo con amigos y con la gente con la que quieres. Que se creen sitios así es una necesidad vital.