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Si tenemos en cuenta que la cultura surcoreana se encuentra en el epicentro del espíritu cultural, incluso su gastronomía se erige como tendencia. La nueva ola del “hallyu”, como movimiento expansivo del interés global por Corea, atraviesa así el mundo de la gastronomía, generando una obsesión latente en torno a la K-Food o la comida coreana. Una realidad de la que subyacen una serie de beneficios, tanto para nuestra piel como para nuestro organismo.
Esta dieta equilibrada, que desintoxica y purifica la piel, despliega todo un bodegón de platos típicos compuestos, sobre todo, por verduras, normalmente crudas, cocinas o fermentadas, frutas, pescado, arroz o fideos, legumbres o patata. Así, alimentos virales como el kimchi, y su alto contenido en vitaminas A, B y C, generan culto por sus propiedades antioxidantes y probióticas. Más allá de eso, sus verduras al vapor o hervidas proporcionan una gran suma de vitaminas y minerales, mientras los picantes incorporados en esta dieta, como el pimentón o el chulli, también antioxidantes, aceleran el metabolismo y “queman calorías” de manera más rápida.
¿Por qué está arrasando la K-food?
En este sentido, para los coreanos la comida se convierte en una medicina o antídoto al fast food: una filosofía culinaria que experimenta con los sabores y su espectro saludable. Un concepto encumbrado en las redes sociales sobre el que Eduard Baladia expresa que podría estar vinculado a su prevención de la obesidad. Un factor favorable que se sumaría a toda esa narrativa que proyectan los medios y los artículos que afirman que en Corea la obesidad no es un problema, evidenciando el nivel protector de su dieta.
“Sin embargo, si leemos artículos científicos sobre la prevalencia de obesidad en Korea (usando los puntos de corte de IMC para Asia-Pacífico, que sería lo correcto y es distinto para los caucásicos; IMC >25 para los asiáticos ya es obesidad. Desde 2009 la obesidad en Korea ha aumentado de forma continua, del 29,7% en 2009 al 36,3% en 2019. En Corea sí existe entonces un problema de obesidad creciente, por lo que los hábitos de vida no deben ser tan protectores, y desde luego el kimichi, el picante, el té, el ajo o el banana milk (todo ellos componentes que se resaltan de esa alimentación), no parecen ser milagrosos.”
La capitalización de la tendencia
Más allá de ese paradigma, el experto indica que la obsesión por la comida K-food podría estar asociada a toda una industria y un país interesados en la exportación de productos. «No es de extrañar que haya un interés político y económico en fomentar la percepción que se tiene del K-food para poder vender productos fuera del país. Hay también una saga de K-influencers en redes sociales, que abarcan desde gastronomía hasta “eating show o mukbang” (comer delante de las cámaras), que sin lugar a dudas tendrán algo que ver.
A pesar de ello, todo este fenómeno gastronómico viralizado a través de la pantalla, podría reducirse a una dieta saludable real basada en la cocina tradicional coreana. Así lo expresa el dietista, quien aboga por todos sus beneficios nutricionales: desde los patrones de arroz y kimchi, y otra serie de vegetales, hasta el uso del vapor como técnica de cocción. Y no en la tendencia vinculada a aquellos alimentos que podríamos encontrar en los estands de las tiendas K-food, repletos de noodles y procesados.
Al fin y al cabo, la recomendación especializada consistiría en adentrarse en el universo K-food como una experiencia gastronómica y hedónica de la cocina coreana, que diluya todos los mitos suspendidos en torno a esta dieta vinculada a una serie de patrones de alimentación «mágicos» o «más saludables» que incorporar en nuestra cultura culinaria.