La soledad es un estado humano que desde tiempos remotos ha generado las mismas inquietudes que apegos. Una bestia o un dios, así describió Aristóteles con equidad al hombre solitario, mientras el novelista Victor Hugo personificaba los infiernos cuando nos quedamos a solas con nosotros mismos. Para Philippe Starck (París, 73 años) el aislamiento personal ha sido la única vía posible para dar rienda suelta a su desbordante creatividad, que le ha situado como uno de los diseñadores más importantes de la historia moderna: “Cada mañana me siento frente a mí mismo, completamente sólo con mi papel de calco y un lápiz. Eso es todo. Sé lo que tengo que hacer y no descanso hasta que lo termino. Dedico 14 horas a crear todos los días y, aun así, no es tiempo suficiente para imprimir toda mi creatividad. Cada día hay nuevas preguntas ecológicas y políticas que necesitan ser respondidas con urgencia”, expresa a la revista TAPAS por mail.
Dueño de multitud de propiedades alrededor del mundo a lo largo de su vida – París, Venecia o Formentera, entre otras– Starck decidió fijar finalmente su residencia en lo alto de las montañas de Sintra, un lugar que le permite llevar esa vida de ‘monje’ que el creativo necesita para poner en funcionamiento su mente a diario. “En París no te puedes aislar, es imposible crear allí. En mi casa de Cap Ferret [en la costa francesa del Atlántico] tampoco dibujo porque tengo muchos amigos, un barco y siempre hay animación. Dibujo un poco más en Venecia, pero hay pescadores y vecinos que me distraen. Así que ahora encontré mi lugar ‘en medio de la nada’ en Portugal, en la cima de unas montañas sagradas al norte de Lisboa, que es una especie de isla para mí. Sigo en aislamiento permanente, y me siento bastante feliz de estarlo”, revela. Confiesa que no ve la televisión, tampoco visita bares o restaurantes, evita cualquier distracción que impida centrarse en su misión democrática: materializar ideas que puedan mejorar la vida de tantas personas como sea posible.
Evita cualquier distracción que impida centrarse en su misión democrática: materializar ideas que mejoren la vida de tantas personas como sea posible.
Pero aislamiento no ha sido sinónimo de calma en su vida, sino todo lo contrario. Con más de 10.000 patentes en su haber, la maquinaria del universo Starck se mantiene engrasada como el primer día, acumulando nuevos proyectos como el futuro lanzamiento de un NFT, mejoras de antiguos iconos de su factoría, diseño de interiores o colaboraciones por todo el planeta con sectores tan variopintos como el automóvil, la comida orgánica o la grifería. El autor del exprimidor imposible Juicy Salif (1988) que marcó una era y acumula millones de copias –un diseño que afloró en su mente tras exprimir jugo de limón sobre calamares en una pizzería italiana– consiguió que los disruptivos 2000 vieran con buenos ojos una interpretación ‘fantasmal’ de un antiguo sillón de Versalles, convertido en el emblema de restaurantes chic durante décadas, la silla Louis Ghost.
Para entender la inabarcable producción del francés es necesario detenerse en su historia personal, tejida bajo un humor perenne y el síndrome de Asperger que padece en estado leve: “Mi enfermedad mental es una exageración manifiesta de mi creatividad, de no entender todo en la vida. Nuestra legitimidad de existir es nuestra inteligencia, y el síntoma de la misma es la creatividad. El mundo, la sociedad, la civilización y nuestra especie animal necesitan más creatividad que trabajo”, confiesa. Autoproclamado ciudadano del mundo, incansable y rebelde, Starck considera que su deber con la sociedad es compartir una visión ética y subversiva de todo lo que le rodea, extraída de una mente capaz de borrar los límites entre lo real y lo onírico en el diseño de una simple silla o la barra de un hotel. Alberto Alessi, CEO de la compañía italiana que comercializó por primera vez su famoso exprimidor, en 1998 definió a Starck como su ideal creativo, una mente capaz de crear un diseño que conmueva y transgreda, que sea poético, con consecuencias imposibles de reflejar en un simple papel.
¿Y si creamos un lobby de hotel donde socializar?
Nacido en la Francia de la posguerra, Philippe Patrick Starck estudió en la prestigiosa École Nissim de Camondo, una escuela privada de diseño de producto y arquitectura de interiores. Perteneciente al Museo de Artes Decorativas de París, en esta institución creada por la familia de filántropos y financieros judíos Camondo se han formado otros iconos del diseño francés como el creador de mobiliario Pierre Paulin o el arquitecto Patrick Bouchain. Starck ha confesado en más de una ocasión que heredó de su padre, de profesión ingeniero aerodinámico, la creatividad, el rigor y una creencia absoluta en la ciencia y los científicos, traducida en una feroz creatividad comprometida con la sociedad de su tiempo. “Como mi padre, comencé a dibujar en una mesa todos los días, sólo, por obligación de existir, de no volverme loco, de no tirarme por la ventana. Y creé todo lo que pude crear. Mi padre creó los aviones, y eso se basa en dos cosas: para que existan hay que crearlos y para que no se estrellen hay que ser rigurosos”, revela.
Si algo ha marcado la carrera de este explorador –como él mismo se autodenomina, “no soy ni diseñador ni arquitecto, en realidad no soy nada”, confiesa humildemente– es la precocidad. En 1968 fundó su primera empresa destinada a objetos hinchables y meses más tarde, con tan sólo 20 años, asumiría la dirección artística de la firma de moda Pierre Cardin, poniendo en marcha una fructífera línea de muebles. En paralelo, se forjaría una sólida carrera para el interiorismo de clubes nocturnos de París como La Main Bleue y Les Bains-Douches, o la renovación de los apartamentos privados en el Palais de l’Elysée durante el mandato del presidente François Mitterrand. Uno de sus diseños para este proyecto, ya bajo el rótulo de Starck Produt fue la mesa President M de 1981, reconocible por su placa de vidrio circular sobre una base de metal plateada. Un hito que marcaría un antes y un después en la popularidad internacional del creador francés, junto a sonados proyectos como el diseño conceptual de los hoteles Royalton y Paramount de Nueva York para el empresario Ian Schrager (creador de Studio 54 y la marca de lujo Edition), cuya fórmula inédita de lobby socializing con zona de bar como lugar de encuentro inspiraría posteriormente a hoteles de medio mundo.
La pasada primavera reavivó su idilio con Madrid al frente de un proyecto no menos pretencioso: la reimaginación del Teatro Eslava.
A comienzos de los años noventa forjaría el inicio de su estrecho vínculo con nuestro país, a cargo de la transformación del madrileño Teatriz. Este pequeño coliseo de la calle Hermosilla alzado en los años veinte, cuya platea presenció el estreno de las Bodas de sangre de García Lorca y ahora es sede de una cadena sueca de ropa, pasó de ser un teatro dedicado a la Infanta Beatriz al place to be del Barrio de Salamanca. Proyectado junto al ingenio de Javier Mariscal, contó con la flor y nata de la época como cliente fiel a su escenografía, formada por una barra de alabastro retroiluminada, suelos diseñados por Chirico o unas mesas barrocas como lavamanos. Una década más tarde, Starck regresaría a la capital para materializar esa odisea avant garde que es el restaurante Ramses. Definido por el propio estudio Starck como una fórmula de diseño para el entretenimiento y la gastronomía, este titánico espacio con la puerta de Alcalá como escenario contiene un lienzo de 1.300 metros cuadrados en los que el diseñador dio rienda suelta a su funcionalidad estética junto a grafitis del artista Luis Úrculo. En esta ocasión, volvió a dejar en evidencia su apego por lo barroco, manteniendo una linea tensa entre lo kitsch y vanguardista para dar vida a ese aristócrata imaginario, Ramses, que amenizaría con espectáculos, cócteles y una ostentosa carta a los sibaritas del nuevo milenio.
La pasada primavera reavivó su idilio con Madrid al frente de un proyecto no menos pretencioso: la reimaginación del Teatro Eslava. Este referente de la noche madrileña, edificado en 1871 por Bruno Fernández de los Ronderos (autor de los planos de la ya desaparecida Cárcel Modelo de Madrid) como escenario de representaciones de zarzuelas y teatros, acogió los debuts de Ramón del Valle-Inclán y Antonio Gala. Fue considerado el hogar de multitud de artistas y socialités –Concha Velasco y Normal Duval protagonizaron su entapa cabaretera– y adquirió su faceta de discoteca Joy Eslava en 1981, un día después del Golpe de Estado perpetrado por Tejero. Entre el cúmulo de funciones que acometió a lo largo de su historia –ha servido de sala de variedades y conciertos, teatro, fiestas e incluso de plató de televisión– también fue escenario de sucesos y leyendas. Además de contar con su propio fantasma, el del dramaturgo Luis Antón Olmet que dicen vagar por su platea a horas intempestivas, un gran incendio ocurrido en 1998 devoró dos de las cuatro plantas del edificio, incluidos los históricos frescos de la bóveda. Tras años de aparente letargo, el pasado mes de marzo recuperó su nombre original, el de Teatro Eslava, para abrir un nuevo capítulo en el ocio de la capital, con una propuesta que aunara arte, música, entretenimiento y, una novedad, la gastronomía. En su inauguración contó con un revelador concepto de dinner show que ahondó en la historia del baile y el cante flamenco, el eje absoluto del proyecto diseñado por Stark para su nueva etapa. En su menté soñó –y posteriormente materializó– un lugar que encarnara la crudeza y la pasión de su arte, del que se confiesa un apasionado seguidor: “Me inspiré sobre todo en el flamenco que proviene de la tierra, como si fuera la arena del desierto. Es un fuego que te mantiene caliente y fascinado. La emoción del flamenco es tan pura, tan desnuda, que procuré intervenir lo menos posible [el espacio], cubriendo radicalmente todo con barro rojo. La decoración es apocada para no restar peso a la absoluta belleza del flamenco”, expresa.
El primer paso fue limpiar las estratificaciones acumuladas a lo largo del tiempo en este histórico local de la calle Arenal. Sin adornos superfluos, ni una explícita decoración, el creativo francés ideó una cueva desnuda que recuerda a las viviendas blancas del Sacromonte granadino pero vestida de tierra roja. Para alumbrarla recurrió a su diseño Goodnight, una lámpara editada por Kartell que se inspira en las velas tradicionales que parecen flotar por todo el teatro. “[Este modelo] representa lo esencial y más simbólico. Es difícil hacer un objeto más minimalista en torno a luz, no es posible reducir más el material o el diseño en una lámpara, sólo queda el símbolo. La primera llama de nuestra de humanidad fue una vela, y a lo largo de los siglos siempre ha sido el icono absoluto de la luz. Quería hablar de esa pureza, del origen de todo…”. Para la puesta en escena contó con su más cercana colaboradora, la artista multidisciplinar Ara Starck. Con la mayor de sus cinco hijos comparte una apasionada manera de crear atmósferas fantasmagóricas entre disciplinas tan dispares como la pintura o el diseño de interiores. El resultado es una obra total con el flamenco como guía visceral. “Pinté las telas del teatro a modo de oleaje en un día de intenso viento. Como si percibiéramos en una cueva la tormenta segundos antes de su desencadenamiento”, expresó la artista en Madrid durante la presentación del proyecto. A pesar de mantener algunos elementos de su patrimonio histórico como las molduras, la bóveda del techo o los medallones de madera, se incorporaron nuevas secciones, entre otras, la concha acústica sobre el mismo teatro que mejora la acústica de toda la sala.
Idear el nuevo rostro de la sala madrileña no es el único trabajo que han desarrollado en familia. En 2008, Franka Holtmann, directora general de Le Meurice, eligió al tándem Starck para insuflar nuevos aires de glamour a este histórico palacio del centro de París, con obras de mobiliario y un lienzo monumental creado por la primogénita. “Trabajar con Ara es un placer, pero lo hemos limitado a contadas ocasiones, nunca recomendaría a alguien de mi familia para que hiciera algo. Yo no pedí a Ara que trabajara en el Teatro Eslava u otros proyectos que tenemos en común, siempre han sido los clientes quienes lo han solicitado”, puntualiza Philippe Starck.
Flamenco, olivos y economía circular
El flamenco no es la única filia que el creativo francés siente por nuestra geografía. Apasionado de la comida saludable –fundó en 2000 la cadena pionera de restaurantes orgánicos BON–, aplaude tanto las tradiciones como nuevas tendencias exportadas de nuestros fogones. “La comida española trata sobre pasión. Sentimos ese amor, el drama, su entusiasmo… Esa energía que vierten chefs como José Andrés en su cocina, al que personalmente amo”. Una de sus aventuras gastronómicas le llevó hasta los olivos centenarios de Ronda, para la creación de un aceite de oliva junto a la familia Gómez de Baeza. Bajo la etiqueta de LA Organic, fue reconocido como el mejor aceite de oliva ecológico del mundo en la competición internacional de Los Angeles Olive Oil 2012. En sus olivares verá la luz LA Almazara, un colosal edificio con alma de museo de unos 25 metros de altura y forma cúbica que, en palabras de Starck, será su último proyecto arquitectónico.“Tanto el aceite como el vino son productos nobles, pero la diferencia es que el primero es bueno para tu salud. Se puede vivir sin vino pero no sin aceite. Cuando Pedro Gómez de Baeza me propuso colaborar en este proyecto me interesó mucho porque se trataba de creación orgánica y honestidad, valores que también son míos”, explica.
La honestidad, señala Starck, es una cualidad definitoria de todos sus proyectos, y ese consejo que siempre surge frente a futuros diseñadores: “Lo importante es finalizar una idea en absoluto compromiso, con la mayor honestidad, franqueza y generosidad posible”, expresa. El aislamiento vuelve a surgir en su reflexión como única herramienta para conseguirlo: “Cada mañana tienes que sentirte como un ciclista, pasar el obstáculo sin caerte y al día siguiente superar un obstáculo aún mayor. Para eso tienes que estar solo, cara a cara contigo mismo, entender lo que eres y tu potencial, lo que realmente te interesa… Es vivir como un ermitaño, algo que resulta difícil cuando eres joven”.
Su última visita a nuestro país tuvo lugar en septiembre durante la Valencia Disseny Week para la presentación de los nuevos diseños junto a la empresa valenciana Andreu World. Asientos reveladores para la economía circular como el sofá Mariya, con un sistema de almacenaje incorporado, continúan la estela de su primera colaboración del pasado año con el exitoso modelo Adela Res. Esta silla fabricada en madera contrachapada sin un sólo tornillo permite que todos los componentes se reciclen tras finalizar su vida útil. “El contrachapado en 2D es muy ecológico, asequible y democrático. Con Andreu World podemos crear el producto adecuado, al precio adecuado y con la tecnología adecuada, porque la empresa es vertical: tienen diseñadores, desarrollo, fábrica, máquina… todo. La única forma, hoy en día, de ser asequible es tener una producción vertical”, explica Starck.
Crear un objeto honesto y democrático ha sido la motriz en la maquinaria de Starck desde que aprendió a dibujar, donde el diseño debe cumplir ante todo una función para el consumidor, la sociedad y el medio ambiente: “Exploro mi alrededor para proponer soluciones que ayuden a mi comunidad, y globalmente, a nuestra especie animal a evolucionar”. Pero, siempre, con una dosis desbordante de humor. “Si fuera más inteligente, con una cultura superior, preferiría hacer política. Por eso sigo haciendo con sillas, cepillo de dientes, escobilla de baño… Bueno, y también lo hago porque resulta divertido. Considero que el humor es uno de los síntomas más bellos e interesantes de la inteligencia humana”.