Reportajes

¿Qué comen los grandes escritores?

escritores comida Truman Capote
Truman Capote.

Los escritores también comen. Aunque parece una afirmación un poco tonta y bastante intrascendente, muchas de las grandes novelas de nuestro tiempo han sido escritas por literatos de parcos menús e imaginaciones bien alimentadas. Mientras nosotros devoramos sus libros como auténticos depredadores, escritores como Franz Kafka, Truman Capote o Agatha Christie engordaron su ingenio con vasos de leche, cócteles variados y manzanas. Decenas de manzanas.

¿Es posible escribir uno de los grandes libros del siglo XX bebiendo vasos de leche? En mi delirio imaginativo siempre he dibujado a Franz Kafka en una buhardilla pequeña y oscura, agitado por la resonancia de las palabras en sus sesos, escribiendo frenético de madrugada sobre un papel amarillento, arrugado y desgastado de tanto uso, devastado por la terrible historia del comerciante Gregor Samsa. Pues bien, sus sesiones de escritura sobre la brutalidad física y psicológica en el ser humano se acompañaban siempre de vasos de leche azucarada. Terrorífico.

El néctar del audaz Truman Capote variaba según la hora del día. Para escribir A sangre fría (1966) o Desayuno en Tiffany’s (1958), el abanderado del ‘nuevo periodismo’ basaba su dieta en café bien cargado por el día y cócteles de todo tipo cuando el sol comenzaba a declinar. El tabaco era el condimento esencial de gran parte de su obra.

Manzanas para un crimen

“Beber parecía entonces una tarea literaria, un camino para el desahogo y para la iluminación. Los grandes escritores bebían o habían bebido hasta caer derribados al suelo. En las películas los héroes bebían igual que fumaban”, dice Antonio Muñoz Molina en Como la sombra que se va (2014), libro que relata en parte cómo fue el proceso creativo de El Invierno en Lisboa (1987).

Erizadas descripciones, arduas pesquisas y sangrientos asesinatos. Agatha Christie es la reina del suspense. Para lograrlo, la gran creadora británica se ‘ponía hasta arriba’… ¡de manzanas! Y como no podía ser de otra manera, Christie dedicó a su fruta favorita una novela propia: Las manzanas (1969).

Quizá el escritor más goloso del compendio sea Jack Kerouac porque para escribir On the road (1957) se recorrió Estados Unidos alimentándose esencialmente de tarta de manzana. Y el precursor de la operación biquini en periodos creativos (hecho no contrastado) fue el magnífico Lord Byron que tomaba cucharadas de vinagre para engañar al hambre y crear a sus famosos antihéroes.

Frutas, vinagre, café y tartas… todo vale a la hora de ponerse a redactar. Pero recuerda que en el menú de todo gran escritor nunca puede faltar el plato principal: la buena literatura.

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