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Mahón, el punto neurálgico y gastronómico de Menorca

La isla de Menorca es tan popular como desconocida es su capital, Mahón. Una localidad que, aunque en la actualidad goza de gran prestigio y reconocimiento, años atrás vivió grandes penurias. El intercambio cultural que dejaron los británicos todavía puede verse a lo largo de toda la isla, sobre todo en las persianas verdes del casco histórico. Las ventanas menorquinas, pintadas de verde carruaje con el excedente de las pinturas de los barcos, son herencia de los ingleses. Este es uno de tantos símbolos de la pobreza que se vivió en esta isla y que a día de hoy sigue presente a través de sus platos tradicionales.

Vermuts musicales

Todos los sábados, el casco histórico del centro de Mahón se viste de fiesta para dar a conocer el producto local. En diferentes puntos del centro, los músicos dan vida a las calles mientras los transeúntes, locales o no, disfrutan del vermut a la vez que conocen los quesos, las sobrasadas o los embutidos de esta isla.

Claustro del Carmen

A lo largo de los años este monasterio ha ido cambiando sus funcionalidades, ha sido cárcel, palacio de justicia o escuela, entre otros. A día de hoy, el Claustro del Carmen es uno de los centros gastronómicos y culturales más importantes de Mahón ya que en su interior alberga salas de exposiciones, tiendas locales y diferentes puestos con pinchos y platos tradicionales de la isla.

Sa Cova

Es uno de los restaurantes mejor situados de Mahón. Sa Cova, una antigua cueva de pescadores situada debajo del hotel Barceló Hamilton, está localizada frente al mar y muy cerquita de Cales Fonts. Aquí se puede degustar su increíble y tradicional caldereta de langosta, los típicos mejillones con sobrasada menorquina o una tabla de embutidos y quesos locales, entre otras muchas especialidades.

Oliaigua

Hasta los años 50, la ciudad de Mahón estuvo viviendo de espaldas al mar. Era una época en la que se vivía de la agricultura y la falta de agua era un problema en toda la isla. Así nació el oliaigua, un plato tradicional de aprovechamiento de la cocina menorquina que consumían los campesinos durante el verano. Se trata de una sopa elaborada con productos de la huerta como tomates, cebollas y pimientos acompañados de pan duro.