Enemigos íntimos: botellín vs. lata

MI PRIMERA VEZ

Existen pocos objetos en el mundo que puedan representar tan bien el valor de la tradición, el amor y la amistad como lo ha hecho la botella de vidrio desde su nacimiento. Y, si no, acuérdate de aquel romántico y sensual brindis con el que tu marido y tú os conocisteis en un bar hace ya más de a os O esa nal de C ampions ue por poco te pierdes si no llega a ser por ese gran cargamento de ‘litronas’ con el que apareció tu amigo por sorpresa… Todo (o casi todo) ha sido gracias a ella, a su envase 100% reciclable y reutilizable, a su neutralidad a la hora de alterar el contenido y a esa durabilidad para mantenerse fría una vez abierta y manoseada durante horas. Pero sobre todo, a su elegancia y tradición. Y si no, ¿por qué creéis que restaurantes y bares las eligen para protagonizar sus mesas y barras? Porque nadie puede resistirse a sus curvas ni tampoco a su brillo. Y mucho menos a su refrescante sabor original C rate en salud y apuesta por lo de siempre. El éxito estará más que asegurado.

EL ALUMINIO TE HARÁ LIBRE

Sin ella, ¿qué se hubiera aplastado James Belushi en la frente para animar a su colega en ‘Desmadre a la americana’? ¿no sería anodino el cinturón de Duffman? ¿con qué hubiéramos acompañado esos ratos de indolencia juvenil sentados en el parque? La lata, más ligera y resistente, es sinónimo de nevera dominguera, de disfrute al aire libre, de camaradería -y desenfreno, claro- allá donde hay algo que celebrar o una pena que ahogar. Y el tradicional desdén que hacia ella sentían los ‘auténticos’ cerveceros está cambiando. ¿La prueba? La exigente tribu de la ‘craft beer’ ha empezado a abrazar el formato: protege por completo de la luz el néctar ambarino, preservando su vida y los aromas del lúpulo. ¡Y además se enfría más rápido! Ni siquiera se le puede acusar ya de infectarlo con sabores metálicos, como ocurría con la primera y rudimentaria lata creada por la Gottfried Kruegger re ing Co en en ic mond irginia a capa de polímero que recubre hoy su interior lo evita. Así que, ya sabes, ¡tira con brío de la anilla!