Nombres propios

Carlos Salem, alma de ‘barfly’

Desde que publicara en 2007 Camino de ida, la presencia de Carlos Salem (Buenos Aires, 1959) se ha ido haciendo cada vez más habitual en festivales y suplementos literarios tanto como en recitales poéticos y talleres. Sin embargo, su alta productividad hace difícil enumerar todas las novelas, libros de relatos y poesía, obras de teatro e incluso canciones que ha firmado a lo largo de esta década.

“Mi profesión era el periodismo, y mi oficio siempre ha sido escribir”, recuerda este argentino afincado en Madrid desde 1988, que acaba de reeditar con Navona la que fue su tercera novela, Pero sigo siendo el rey (2010), en un volumen que incluye su continuación, seis años después: La loca del pelo verde. Ambos textos llegan a las librerías en un volumen titulado Cuando mi sombra te alcance.

Nos hemos citado con Carlos Salem en El Secuestrador de Besos, un acogedor local en la zona de El Rastro, a caballo entre el café y el bistró. “No es el típico bar en el que se te pegan las suelas, tiene un montón de detallitos sin ser un bistró pijo; es algo intermedio, con unas tapas cojonudas”, comenta Salem, que tanto en la vida real como en sus ficciones se mueve de bar en bar como Tarzán entre lianas. “El bar siempre ha sido para mí la prolongación del salón de casa”, asegura. Bares y alcohol son, de hecho, elementos clave de ese realismo sucio que impregna los textos de este escritor, autor de un género propio: la cerveza-ficción.

“Beba o no, siempre seguiré yendo a los bares”, asegura al explicar que quiere perder algo de peso. “Cuando no bebes, al principio te aburres en el bar, porque todo el mundo te parece estúpido. Pero cuando pasan algunos meses y ves que eres tan estúpido como los demás, te das cuenta de que la mayor droga no es el alcohol, sino la noche”. Sabe de lo que habla, porque la noche es también un elemento recurrente en su vida y su trabajo, y por una buena razón: “Creo que de noche somos… quienes somos de verdad, mientras que de día nos ponemos una careta. Perdemos el miedo a mostrarnos como somos, como nos sentimos, porque siempre puedes echar la culpa al chupito de más”.

Unamigo,noscuenta,solíadecírlequealguienqueno tieneunbarenelqueleechendemenoscuandosemuera por lo menos tres días, aunque no recuerden su nombre, es que no ha vivido. De Carlos Salem, no cabe duda, quedará recuerdo imborrable. Pero tranquilos, aún falta bastante para poder comprobarlo.

©Jacobo Medrano